miércoles, 25 de mayo de 2016

La masificación progresista - Colaboración de Andrés Baldrich

La masificación progresista

Colaboración de Andrés Baldrich

Entre los que pertenecen al abanico ideológico del progresismo y de la izquierda es mayoritaria la tendencia a contemplar la sociedad como un conjunto de masas. Este modus operandi ofrece una visión del mundo simplificada, que acelera el pensamiento, y facilita llegar a muchas conclusiones de manera muy rápida y brutal.

Entre las primeras cosas que hacen –es una suerte de premisa en sus razonamientos– podemos mencionar que encasillan a los individuos. Los categorizan. Son comunes en sus textos las universalizaciones: simplifican la cadena de razonamientos hasta arribar a conclusiones exageradas y temerarias. La unidad fundamental de su análisis social es el colectivo, esto es, la masa amorfa de personas que, compartiendo cierta característica, se prejuzga homogénea en todas las demás. Ésta es una tendencia muy común en la actualidad, que nos invita a hacer saltos e inferencias larguísimas en base a un único dato biográfico de una persona o tomando un juicio suyo sobre algún asunto (por ejemplo, aseveraciones como “ella es K” o “él es Pro”, con una enorme carga de significado inconsciente, por el hecho de haber nacido en tal lugar o estudiar en tal institución, o porque ella se manifestó favorable a la intervención del Estado en la Economía o porque él piensa que un delincuente debe ir a prisión).
Si bien es innegable que hay algunos datos que aportan mucha información acerca de una persona, los “colectivos” se caracterizan por asignarle al individuo la personalidad del grupo, como si éste forzosamente tuviera que asemejarse en todo al resto de las personas junto a quienes es clasificado. A cada masa se le asigna una personalidad muy marcada: supuestamente tiene ciertas aspiraciones, una posición en la sociedad, relación con los demás “colectivos”, etc. Según esta opinión, el miembro de la masa se comporta como el resto de ella, obedeciendo a las ideas que conforman la opinión pública de esa masa. En resumen, un “colectivo” es la imposición arbitraria de un modelo simplista con el que se encasilla a las personas para prejuzgarlas mejor.
Esta voluntad de masificar la sociedad es parte del universo ideológico progresista. En 2008, en el centro de estudiantes de varios colegios, algunos alumnos solicitaban firmas en favor de reivindicaciones “de los estudiantes”. Se incluían consignas como “reforma agraria”, “fuera Macri”, “legalización del aborto”, etc. En la imaginación de estos chicos, la masa estudiantil tiene una personalidad, aspiraciones propias y reivindicaciones. Y sobre todo ésto flota como niebla la idea de dialéctica de colectivos, una lucha incesante donde cada uno buscaría instalar sus “intereses de masa”.

Ejemplo de masificación: las razas

En Estados Unidos, el modelo de sociedad masificada –compuesta por grandes bolsas de peones sin rostro– es una bandera política defendida a capa y espada por el progresismo cultural: es uno de los ejemplos que inspiran a nuestros progresistas locales. Sus dos mayores innovaciones son las ideas de “maldad colectiva” y “herencia de la culpabilidad”: si gente parecida a uno hizo cosas malas hace siglos, entonces, por eso, uno es una mala persona y merece ser castigado. Si un antepasado tuyo hizo algo mal, vos sos el culpable. Y si te parecés físicamente al descendiente de un culpable, entonces también sos culpable.
Por ejemplo, un hijo de irlandeses en EE.UU. es considerado blanco (“white”). Como el gobierno lo ha encasillado en esa categoría racial, entonces se le considera personalmente responsable por la esclavitud en la época de la colonia.  No importa si sus antepasados irlandeses también eran oprimidos por los mismos ingleses que esclavizaban a los africanos: él se parece físicamente al descendiente de un culpable, entonces hay que castigarlo. A igualdad de cualificaciones, es al “blanco” a quien excluyen en una búsqueda laboral.
Así es como en la América del Norte, el color de la piel se considera suficiente para tratar a ciertas personas diferencialmente peor. A la inversa, hay otros “colectivos” que están legalmente privilegiados mediante lo que se denomina “acción afirmativa”. Este colmo del estereotipo es cada vez más común en la Argentina, aunque todavía no tenemos un estado abiertamente racista que clasifique a las personas por el color de la piel.

La venganza de las masas

La premisa de que la sociedad es un conjunto de masas y no un conjunto de familias es la clave necesaria para empezar a entender las ideas progresistas modernas, como la ideología de género. Es justamente por ésto que muchos hablan de “la voluntad de las mujeres”, imitando la manera en que Robespierre invocaba al Pueblo: como si fuera una turba amorfa de una sola voluntad. Esto explica que cuando un grupo de feministas golpea y manosea las partes pudendas de un cristiano sea aplaudido por los medios de comunicación en vez de ir a la cárcel por abuso sexual, a pesar de las filmaciones y pruebas existentes. No importa quién sea ese cristiano ni qué haya hecho: importa que se lo encasilla dentro de una masa-enemiga, lo que habilita moral y socialmente a descargar su odio contra él. La feminista que lo ultraja no quiere atacar tanto a la persona individual –a la que probablemente ni conoce– sino a la masa que él representa en la mente de ella, según el rótulo que ella le asignó. En ese momento él es como un símbolo: acosarlo sexualmente es como quemar una bandera. De otro modo es imposible entender que quien supuestamente lucha contra “la violencia sexual” utilice como arma precisamente… la violencia sexual.
Esa es la clave: aboliendo las individualidades, a cada uno se lo considera un fungible peón del color opuesto. Hay muchas personas más o menos comprometidas con la ideología de género que, poniéndose a reflexionar, descubren que no están tan de acuerdo con la masificación. Y empiezan a cuestionarse que la expresión “los varones” tenga significado: se evidencia que no hay un “Sindicato Único de Varones” ni ninguna otra unión real entre nosotros. Reflexión y buena voluntad muestran la injusticia de achacar a todos los varones las malas características de una minoría marginal.

El ejemplo del INADI

En relación a este asunto, dado que vivimos en la Argentina, vale la pena analizar brevemente qué entiende un organismo gubernamental como el INADI sobre los estereotipos de personas; cómo los usa para demonizar y perseguir a ciertas minorías. Esto es importante, ya que ilustra a la perfección estas categorizaciones arbitrarias de las que venimos hablando.
Leyendo la Guía Didáctica para Docentes, confeccionada por el INADI y que sirve para conocer sus lineamientos respecto de los que ellos consideran “prácticas discriminatorias”, en la misma se aprecia quiénes son los grupos “discriminadores” y quiénes son los grupos “discriminados”. Por ejemplo, podemos leer la siguiente explicación:

"Analizando en oposición a qué se construyen los estereotipos, podemos preguntarnos a quiénes discriminamos, y la respuesta que más inmediatamente nos surge es: -al “diferente”. ¿Diferente a quién o qué? Al modelo o paradigma de “lo normal”, es decir al varón, blanco, instruido, joven, pudiente, heterosexual, cristiano y sin discapacidad visible”.

Y también:

“La construcción de un “paradigma” al que deben asimilarse todos los “otros“, implica que aquellos que no tienen esos atributos son los diferentes, los inferiores. Este modelo hegemónico impone jerarquías basadas en la dominación y la desigualdad, es decir trata de naturalizar una supuesta “normalidad” sólo para legitimar su supremacía, argumentando el bien social, cuando por el contrario, la discriminación empobrece al conjunto de la sociedad al privarse de la riqueza que da la pluralidad de identidades"[1].

O también, en otro lugar:

"Para el modelo hegemónico, el paradigma de la normalidad es ser hombre, blanco, instruido, pudiente, heterosexual, católico, sin discapacidad y el que no encaja en ese esquema se lo trata de manera diferente"[2].

La fuente principal para el que quiera leer es el Plan Nacional:



Y:

"La discriminación no es un acto aislado, sino que tiene una raigambre histórica producto de un modelo social que, durante siglos, postuló una condición de "normalidad" que ubicó a algunas personas con determinadas características (varón, blanco, de edad productiva, instruido, católico, heterosexual, sin discapacidad, entre otras) en una relación de poder subordinante sobre otras que no se correspondían con ese patrón heteronormativo"[3].

Es necesario analizar cuidadosamente lo que afirma el INADI, tal como aparece en la segunda cita: "Este modelo hegemónico impone jerarquías basadas en la dominación y la desigualdad". Primero dice que hay un modelo, y que ese modelo goza de hegemonía. En segundo lugar, se sostiene que este modelo impone jerarquías. ¿Qué quieren decir estas expresiones? Ciertamente no es el modelo quien las impone, porque un modelo no se impone a sí mismo. El modelo implica una jerarquización, pero el INADI sugiere que hay alguien que impone este modelo (los que jerarquizan) sobre el resto de la sociedad. Define a los discriminados ("todos los que no son varones, blancos, instruidos, en edad activa, pudientes, heterosexuales, católicos y sin discapacidad visible"), sugiriendo que hay otros que imponen el “modelo discriminador”.
La idea del texto es que los discriminados padecen la imposición de los discriminadores. Los discriminadores son aquellos que sí entran en el paradigma que el INADI llama “lo normal”: los varones, blancos, instruidos, en edad activa, pudientes, heterosexuales, católicos y sin discapacidad visible. El INADI, de esta manera, inventa un estereotipo del discriminador. Ser “discriminador” no es consecuencia de lo que uno hace, sino de cómo el INADI te clasifica.
Pero veamos más de cerca lo que dice el INADI: "Este modelo hegemónico impone jerarquías basadas en la dominación y la desigualdad, es decir trata de naturalizar una supuesta ‘normalidad’ sólo para legitimar su supremacía...". Ahora bien, ¿quién busca legitimar su supremacía? El verdadero sujeto de la frase no es "el modelo", sino "el discriminador". Por eso, para entender a fondo, hay que leer la frase como si dijera "El varón blanco impone jerarquías..." para que tenga sentido la parte que habla de "su hegemonía".

Agachadas de importación

Esta visión no es autóctona. El INADI no hace más que traducir servilmente ideas que les impusieron sus jefes en EEUU. Eso de “la raza blanca" no existe acá, ni nunca existió, porque acá no hay razas –salvo la idea de "raza hispánica" que festejamos el 12 de octubre y es un concepto basado en el mestizaje, que hace énfasis en nuestro origen común. Las “inéditas razas” de las que habla Rubén Darío son el fruto de la mezcla de todos con todos. Nada que ver las “raza blanca” y “raza negra” del Norte
De hecho, basta con tener tan sólo un antepasado criollo para, casi seguramente, tener antepasados indios, y probablemente también negros. Quien provenga de semejante mezcla, ¿a cuál "raza" pertenece? Es preocupante que desde el Estado se busque imponer la idea de que cada persona pueda pertenecer a una "raza". Un reciente estudio genético (Haaks 2015[4]) prueba, entre otras cosas, que los primeros indo-europeos eran ellos mismos una población mestiza. Los primeros indo-europeos, a quienes los nazis llamaban "arios", eran una mezcla entre aborígenes de Europa, y una población genéticamente parecida a los actuales habitantes de Armenia, en Medio Oriente. Entonces: mestizaje siempre hubo, y va a seguir habiendo. Por mucho que se lamenten el INADI y sus jefes yanquis, no existen razas puras con que encasillar a las personas.

Conclusión

La estrategia es simple. Comienzan retocando la definición de “discriminación injusta”. Tradicionalmente era: tratar de forma distinta a dos personas en los aspectos en que son iguales, o de forma igual en los aspectos en que son diferentes. O sea, dar prioridad a una de dos personas que naturalmente deberían gozar de la misma, era “discriminar”. Ahora, los progresistas quieren forzar el concepto de discriminar para que signifique: “pertenecer a la Casta Discriminadora definida por el gobierno”.
Segundo paso: aglutinar epítetos para tranquilizar sus conciencias cuando ellos mismos descargan su odio contra ese grupo de personas: “estamos cometiendo una injusticia, sí, pero es contra los malos: contra el hetero-patriarcado-capitalista”. Está en nosotros defendernos contra este avance del Estado, porque lo que quiere finalmente es que desaparezcamos.




[1] http://www.argentinosalerta.org/files/INADI%20-%20guia%20para%20docentes.pdf
[4] http://biorxiv.org/content/early/2015/02/10/013433

2 comentarios:

  1. Excelente, no hay mucho mas que esperar de una organización que vela por los derechos de gays abortistas lesbianas y mas que nada de los judíos

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  2. Guarida del lobo: me parece que tu comentario sobre los judíos encierra la idea de masificación que este artículo objeta

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