Justificación elíptica del aborto a través
de la distorsión de las palabras
El
caso del Arzobispo Rino Fisichella
En otras
ocasiones hemos hablado de la importancia de las palabras y del escamoteo de la
verdad que tiene lugar cuando éstas son manipuladas, impidiendo a los oyentes
arribar al conocimiento de ciertas cosas. Ilustremos esto con algún ejemplo.
A principios
del año 2009 tuvo lugar en Brasil el aborto provocado de una niña que llevaba
un doble embarazo –producto de una violación–, caso que cobró bastante
notoriedad. La Conferencia Episcopal
brasileña hizo público, una vez conocida la realización del crimen, que la
pertinente excomunión era automática e inmediata. Acto seguido, desde Roma, el
Arzobispo Rino Fisichella –entonces Presidente de la Pontificia Academia
para la vida– dió a conocer mediante L´Obsservatore
Romano un artículo que desautorizaba al clero brasileño. Este artículo
expresaba determinada opinión que nos servirá de trampolín para entender ciertas
consideraciones semánticas y terminológicas. A fin de preservar la identidad de
la niña, se usó el seudónimo de Carmen. Leamos
algunos de sus fragmentos[1]:
“Carmen debía ser, en primer lugar, defendida,
abrazada, acariciada con dulzura para que pudiera sentir que todos estábamos
con ella; todos, sin distinción. Antes de pensar en la excomunión era necesario
y urgente salvaguardar su vida inocente y elevarla a un nivel de humanidad del
que nosotros, hombres de Iglesia, deberíamos ser expertos anunciadores y
maestros. No ha sucedido así y, lamentablemente, se resiente la credibilidad de
nuestra enseñanza que se presenta, a los ojos de muchos, como insensible,
incomprensible y exenta de misericordia. Es verdad que Carmen llevaba en su
seno otras vidas inocentes como la suya, si bien fruto de la violencia que han
sido eliminadas; sin embargo, esto no basta para abrir un juicio que pesa como
una maza”.
Caben varias
aclaraciones, elementales pero ignoradas. Para la Jerarquía brasileña “el
juicio que pesa como una maza” no recae –obviamente– sobre la niña de entonces 9
años; recae sobre los asesinos del niño por nacer. No habiendo conciencia de
pecado, resulta inconsistente sostener que la víctima es acusada. Vista así las
cosas, no se entiende por qué sería contraria la consideración y delicadeza
para con Carmen, por un lado, y la declaración de la excomunión expresada por
los obispos, por otro; a menos –y ésto es lo que se sugiere– que la práctica de
la misericordia se encuentre reñida con la práctica de la justicia.
Sigamos
leyendo:
“En el caso de Carmen se han enfrentado la vida y la
muerte. Debido a su corta edad y sus precarias condiciones de salud, corría
serio peligro su vida por el embarazo. ¿Cómo actuar en estos casos? Ardua
decisión para el médico y para la misma ley moral. Opciones como ésta, si bien
con una casuística diferente, se repiten a diario en las guardias hospitalarias
y la conciencia del médico se encuentra sóla consigo misma en el acto de tener
que decidir qué es lo mejor. De todas maneras, nadie llega a una decisión de
este tipo con ligereza; es injusto y ofensivo el sólo pensarlo”.
Es difícil no
quedar desconcertado ante la lectura de estas líneas, en las que asistimos a la
mixtura de cuestiones subjetivas y objetivas, no sólo enlazando indebidamente
unas con las otras sino reduciendo y debilitando la cuestión de fondo: la
cuestión de justicia. Digámoslo todo: nunca está permitido cometer un mal moral
para conseguir un bien. El fin no justifica los medios. ¿Qué importancia tiene
que la decisión de matar llegue “con desenvoltura” o sin ella? Es puramente
anecdótico. Lo principal es determinar si es ético –o no– cometer el aborto,
independientemente de cuánto se lo haya pensado.
Salta a la
vista además que la conciencia del médico
nunca se encuentra “sola consigo misma” en “el acto de deber decidir qué es lo mejor que se debe
hacer”, pues lejos se haya el tema del aborto como cuestión de infundadas y
conjeturadas resoluciones. Al contrario: está repleto de contundentes
evidencias. El médico no “decide” qué es “lo mejor”: lo mejor es independiente
de su decisión. Sólo por ignorancia
culpable puede desconocer un médico si el aborto es un crimen. Incluso en
el caso que dudara honestamente de ello –hipótesis que admitimos a
regañadientes– se encuentra obligado
a no obrar hasta no resolverla, máxime si se haya en juego una vida humana.
El sólo el
hecho de preguntarse Fisichella cómo
actuar en estos casos, sugiere que la regla universal de que nunca es
lícito cometer un aborto no es tan
universal como la enseñanza de la Iglesia prescribe. Porque
nadie se pregunta cómo juzgar moralmente un robo (no estamos hablando de hurto famélico) ni cómo juzgar una
violación; nadie se pregunta cómo juzgar el abuso de menores.
Ahora bien: si
este determinado caso requiere “más deliberaciones” que las ya existentes, evidentemente
éstas no son suficientes. Traduzcamos: la regla general de que “todo aborto es
un mal” no es regla general. Así, el aborto –artilugio de Fisichella mediante–
estaría justificado en algún caso.
“Carmen vuelve a proponer uno de los casos morales más
delicados; tratarlo a la ligera no le haría justicia a su frágil persona ni a
cuantos están involucrados, con diferentes roles, en esta historia. De todas
maneras, como cada caso singular y concreto amerita ser analizado en su
peculiaridad y sin generalizaciones”.
Nuevamente se establece
una falsa oposición entre misericordia y justicia: de un lado, quienes tratan a
la niña con “delicadeza”. Del otro, los
fríos teóricos de la moral que condenan el homicidio del nonato, engañosa
disyuntiva cuyo único efecto es perturbar la objetividad del juicio que nos
merece el aborto. La intención es demorar
siquiera la justa condena que este acto nos merece.
Parece poco: sólo
“demorar” la condena. El problema es que concediendo aquello –no “generalizando”,
reconociendo que este caso hubiese debido “ser analizado en su particularidad”,
etc.–, en el fondo lo que el Arzobispo Fisichella está diciendo es que los
principios y juicios morales del Magisterio de la Iglesia podrían eventualmente ser inaplicables a algún caso concreto.
Ahora bien, un
principio tiene carácter universal y necesario. Si deja de tener vigencia en un
caso, entonces ya no sería tal. ¿Qué quedaría de un principio si se encontrara por
debajo y no por encima de su aplicación?
¿Quién podría
estar en contra de la delicadeza para con la pobre niña víctima de la
violación? El artículo de Fisichella registra varias frases como éstas, tan
lejanas a la doctrina católica como empeñadas en polemizar lo obvio.
Un análisis
más profundo impone nuevas observaciones. La acentuación de los aspectos
subjetivos desplaza, lenta pero claramente, la luz existente sobre el problema
de fondo. El Arzobispo Fisichella contrapone esta cuestión subjetiva a la objetiva; al responder a la
primera de determinada manera, busca vincular y proyectar el primer juicio
hacia la segunda –como si éste se desprendiera de aquél–, cuando evidentemente se
trata de dos problemas absolutamente distintos. Resultado: una falsa misericordia que termina pisoteando la
justicia. Hay una voluntad de esconder una verdad detrás de otra.
Lo que se nos
está diciendo es que el principio de que “todo aborto provocado es pecado” no
es un principio. Por eso desconcierta leer más adelante este párrafo:
“El aborto provocado siempre ha sido condenado por la Ley Moral como un acto
intrínsecamente malo y esta enseñanza permanece inmutable hasta nuestros días
desde los albores de la
Iglesia. El Concilio Vaticano II, en la Gaudium et Spes –documento de gran apertura
referido al mundo contemporáneo– utiliza de manera inesperada palabras
inequívocas y durísimas contra el aborto directo. La misma colaboración formal
constituye una culpa grave que, cuando se realiza, conduce automáticamente
fuera de la comunidad cristiana”.
Si es intrínsecamente malo, preguntamos nosotros,
¿por qué lo justifica Monseñor Fisichella?
Con una
diferencia de muy pocos centímetros, el autor afirma y niega lo mismo. Tiene
lugar el sí y el no dados simultáneamente: “siempre” ha sido condenado el aborto
provocado, pero en este caso condenarlo es propio de “tratos apresurados”.
El final del
artículo es realmente escandaloso: “Carmen,
estamos de tu parte”. ¿Los obispos brasileños no lo están?:
“Compartimos contigo el sufrimiento que probaste,
quisiéramos hacer de todo para restituirte la dignidad de la que fuiste privada
y el amor del que tendrás aún más necesidad. Son otros los que merecen la
excomunión y nuestro perdón, no quienes te permitieron vivir y te ayudaron a
recuperar la esperanza y la confianza, no obstante la presencia del mal y la perversidad
de muchos”.
Las noticias
hablan que la niña, a pesar de su doble embarazo, no tenía problemas con el
mismo. Es decir: ni siquiera en la falsa lógica de los que admitirían el aborto
en caso de peligro para la madre, hubiese tenido sentido alguno. Pero aquí hay palabras
que no pueden ser desatendidas: ¿Quiénes son los que “han permitido vivir” a
Carmen sino los médicos que asesinaron impunemente a sus hijos? Si “son otros”
los que merecen la excomunión, los médicos abortistas no la merecen.
Y si ellos la
“ayudarán a recuperar la esperanza y la confianza, a pesar de la presencia del
mal y la perversidad de mucho”, ¿qué queda sino pensar en la formal aprobación de
Fisichella para con este acto injusto y homicida?
No cabe duda
que es justo calificar al artículo del Arzobispo como frontalmente opuesto a la doctrina de la Iglesia en lo relativo a
la cultura de la vida.
* * *
Ahora bien,
alguien podría decir que estamos forzando las palabras del Arzobispo. No sería
una observación para desatender, puesto que somos muchos los que tenemos y
practicamos una debida consideración para las autoridades de la Iglesia , Cuerpo de Cristo.
Quienes nos objeten realmente preocupados por este punto, encontrarán –lo
esperamos y deseamos– sus dudas resueltas. Porque si hubiese alguna duda de lo
que realmente dijo el Arzobispo, si acaso interpretásemos mal este artículo o
hubiésemos exagerado o desfigurado su sentido original, las declaraciones de
los grupos abortistas servirán seguramente para clarificar cualquier observación.
Frances Kissling,
presidente de honor de Catholics for
Choice, escribió el 23 de marzo del 2009, poco más de una semana luego del
artículo de Fisichella, lo siguiente:
“En un estupefaciente cambio de rumbo en la estrategia del Vaticano, que consiste en no
desviarse de su posición según la cual el aborto no debería jamás ser permitido, incluso para
salvar la vida de una mujer, el más alto funcionario bioético del Vaticano, el
Arzobispo Rino Fisichella, señaló que los
doctores que, en Brasil, realizaron un aborto en una nena de 9 años,
embarazada de mellizos de 15 semanas, no
merecen la excomunión”.
Y también:
“Si los médicos tuviesen conciencia del hecho que
alguien, alto en la jerarquía, reconoce que esas situaciones son dilemas
morales en las cuales la conciencia
debe decidir lo que está bien o mal,
ellos podrían decidir que ellos pueden ofrecer el servicio de aborto”.
Kissling entendió
perfectamente: la conciencia debe
decidir qué es lo bueno, qué lo malo. No es ya rectora la ley moral natural,
objetiva, ni las enseñanzas infalibles de la Iglesia que la manifiestan. Con perfecta lógica
deduce lo pérfidamente sugerido por Fisichella: los médicos “pueden ofrecer el
servicio de aborto”. Concluye entonces:
“Se puede apostar que un clamor va a elevarse proveniente
de los ultraconservadores en la
Iglesia , tal vez una clarificación por el mismo Arzobispo,
pero el hecho es que él ha entreabierto
una puerta a través de la cual pueden infiltrarse mujeres, médicos,
decididores políticos. Estoy agradecida
por los pequeños regalos”[2].
Si alguien
pensara que criticando al Arzobispo estamos cometiendo un pecado contra la
autoridad, una falta de humildad o una desobediencia, le recordaríamos
cortésmente que este jerarca está defendiendo el asesinato de una persona:
[1] Cfr. Del lado de la niña brasileña.
http://www.revistacriterio.com.ar/sociedad/del-lado-de-la-nina-brasilena/
[2] Declaraciones de Frances Kisling, presidente de honor de Catholics for Choice, reproducidas por Mons. Michel Schooyans, Profesor
Emérito de la Universidad
de Lovaina. Memorándum, trabajo entregado
a todos los miembros de la Curia Romana ,
con fecha 6 de junio de 2009,
a propósito de las declaraciones realizadas por el
Arzobispo Rino Fisichella el 17 de marzo en la publicación L´Obsservatore Romano (la negrita es nuestra). El
Memorándum puede leerse en Internet: http://promoverlavida.blogspot.com/2009/06/memorandum-de-michel-schooyans-la-curia.html.
Reproducimos solamente el punto 2 en el cual formula su acusación al Arzobispo:
“El
argumento central de RF (Rino Fisichella) es que el doble aborto estaba
justificado por la compasión para con la niña, y por compasión para con los
médicos que ejercieron su libertad de elección. RF no recomienda la compasión
para con los mellizos abortados. Constatemos simplemente que RF admite aquí el
aborto directo”.
Memorandum de Michel Schooyans a la Curia Romana sobre Mons. Fisichela
ResponderEliminar6 de junio 2009
1) El 4 de marzo de 2009, una niña de 9 años fue abortada en Recife. Ella fue violada por su padrastro y esperaba mellizos. Ni la madre ni los dos niños estaban en peligro de muerte. Don Cardoso, Arzobispo de Recife, había hecho todo lo que podía para impedir el doble aborto. En vano. Mal informado, el Arzobispo Rino Fisichella (RF) reprocha a su colega de Recife de haberle faltado compasión y de haber excomulgado a los autores del doble aborto. Su artículo, publicado en el Osservatore Romano del 15 de marzo, continúa a alimentar una polémica de una extrema gravedad.
2) El argumento central de RF es que el doble aborto estaba justificado por la compasión para con la niña, y por compasión para con los médicos que ejercieron su libertad de elección. RF no recomienda la compasión para con los mellizos abortados. Constatemos simplemente que RF admite aquí el aborto directo.
3) Don Cardoso fue sostenido por el Cardenal Re, por la CNBB, por los obispos y por numerosos laicos provida. Él fue, por otro lado, copiosamente linchado por los medios, por las Catholics for Choice e incluso por el Presidente Lula.
4) Dos preguntas restan sin respuesta. ¿El texto de RF fue sometido previamente a la SCDF? RF mismo afirma que " l'articulo è stato scritto su richiesta". ¿Por pedido de quién? Algunos insinúan que sería por pedido de la Secretaría de Estado. Es la cuestión crucial.
5) El artículo de RF aporta objetivamente una temible caución a todos los que, en América latina (Brasil, Santo Domingo, etc.) y en otras partes, hacen campaña con vistas a legalizar el aborto, con el apoyo del Presidente Obama, de la Unión Europea, de la IPPF y de otras ONG.
6) Frances Kissling, presidenta de honor de las Catholics for Choice, comprendió perfectamente lo que está en juego en este caso. A ella le encanta ver que un funcionario del Vaticano, de alto rango, se aleje de la posición de la Iglesia según la cual el aborto directo es siempre gravemente contrario a la ley moral.
7) Lo que está en peligro, es la fidelidad a la moral natural y a la moral cristiana sobre el respeto de la vida. La moral expuesta en el artículo de RF es una moral de la situación. Según él, los principios morales deben ser tomados en consideración con tal que sea respetada la libertad de elección frente a las situaciones concretas. Estamos en pleno relativismo.
8) Frente a las turbulencias provocadas por el artículo del Presidente de la Academia Pontificia para la Vida, parece que, hay solamente una única solución verdadera: una declaración fuerte del Santo Padre. Si el Papa no dice nada, la duda persistirá y habrá una repetición de lo que pasa hasta el día de hoy con Humanae vitae (1968).
Monseigneur Michel Schooyans
Professeur émérite de l'Université de Louvain
Voie du Roman Pays, 31, boîte 101
B-1348 Louvain-la-Neuve, Belgique
Tél. : +32.10.45.01.66
Fax : +32.10.45.75.37
E-Mail : michel.schooyans@uclouvain.be
http://perso.infonie.be/le.feu
Corrección el punto 1) No es "fue abortada". Se le hizo un aborto (así estaba en el original).
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