La masificación progresista
Colaboración de Andrés Baldrich
Entre los que pertenecen al abanico
ideológico del progresismo y de la izquierda es mayoritaria la tendencia a
contemplar la sociedad como un conjunto de masas. Este modus operandi ofrece una visión del mundo simplificada, que acelera
el pensamiento, y facilita llegar a muchas conclusiones de manera muy rápida y
brutal.
Entre las primeras cosas que hacen –es una
suerte de premisa en sus
razonamientos– podemos mencionar que encasillan a los individuos. Los categorizan.
Son comunes en sus textos las universalizaciones: simplifican la cadena de
razonamientos hasta arribar a conclusiones exageradas y temerarias. La unidad
fundamental de su análisis social es el colectivo,
esto es, la masa amorfa de personas que, compartiendo cierta característica, se
prejuzga homogénea en todas las demás. Ésta es una tendencia muy común en la
actualidad, que nos invita a hacer saltos e inferencias larguísimas en base a
un único dato biográfico de una persona o tomando un juicio suyo sobre algún
asunto (por ejemplo, aseveraciones como “ella es K” o “él es Pro”, con una
enorme carga de significado inconsciente, por el hecho de haber nacido en tal
lugar o estudiar en tal institución, o porque ella se manifestó favorable a la
intervención del Estado en la Economía o porque él piensa que un delincuente
debe ir a prisión).
Si bien es innegable que hay algunos datos
que aportan mucha información acerca de una persona, los “colectivos” se
caracterizan por asignarle al individuo la personalidad del grupo, como si éste forzosamente tuviera que asemejarse en todo al resto de las personas junto a quienes es clasificado.
A cada masa se le asigna una personalidad muy marcada: supuestamente tiene
ciertas aspiraciones, una posición en la sociedad, relación con los demás
“colectivos”, etc. Según esta opinión, el miembro de la masa se comporta como
el resto de ella, obedeciendo a las ideas que conforman la opinión pública de
esa masa. En resumen, un “colectivo” es la imposición arbitraria de un modelo
simplista con el que se encasilla a las personas para prejuzgarlas mejor.
Esta voluntad
de masificar la sociedad es parte del universo ideológico progresista. En 2008,
en el centro de estudiantes de varios colegios, algunos alumnos solicitaban
firmas en favor de reivindicaciones “de
los estudiantes”. Se incluían consignas como “reforma agraria”, “fuera
Macri”, “legalización del aborto”, etc. En la imaginación de estos chicos, la masa estudiantil tiene una personalidad,
aspiraciones propias y reivindicaciones. Y sobre todo ésto flota como niebla la
idea de dialéctica de colectivos, una
lucha incesante donde cada uno buscaría instalar sus “intereses de masa”.
Ejemplo de masificación: las razas
En Estados Unidos, el modelo de sociedad
masificada –compuesta por grandes bolsas de peones sin rostro– es una bandera
política defendida a capa y espada por el progresismo cultural: es uno de los
ejemplos que inspiran a nuestros progresistas locales. Sus dos mayores
innovaciones son las ideas de “maldad colectiva” y “herencia de la
culpabilidad”: si gente parecida a uno hizo cosas malas hace siglos, entonces,
por eso, uno es una mala persona y merece ser castigado. Si un antepasado tuyo
hizo algo mal, vos sos el culpable. Y si te parecés físicamente al descendiente
de un culpable, entonces también sos culpable.
Por ejemplo, un hijo de irlandeses en EE.UU.
es considerado blanco (“white”). Como el gobierno lo ha encasillado en esa
categoría racial, entonces se le considera personalmente responsable por la
esclavitud en la época de la colonia. No importa si sus antepasados
irlandeses también eran oprimidos por los mismos ingleses que esclavizaban a
los africanos: él se parece físicamente al descendiente de un culpable,
entonces hay que castigarlo. A igualdad de cualificaciones, es al “blanco” a
quien excluyen en una búsqueda laboral.
Así es como en la América del Norte, el
color de la piel se considera suficiente para tratar a ciertas personas
diferencialmente peor. A la inversa, hay otros “colectivos” que están
legalmente privilegiados mediante lo que se denomina “acción afirmativa”. Este
colmo del estereotipo es cada vez más común en la Argentina, aunque todavía no
tenemos un estado abiertamente racista que clasifique a las personas por el
color de la piel.
La venganza de las masas
La premisa de que la sociedad es un
conjunto de masas y no un conjunto de familias es la clave necesaria para
empezar a entender las ideas progresistas modernas, como la ideología de
género. Es justamente por ésto que muchos hablan de “la voluntad de las mujeres”,
imitando la manera en que Robespierre invocaba al Pueblo: como si fuera una
turba amorfa de una sola voluntad. Esto
explica que cuando un grupo de feministas golpea y manosea las partes pudendas
de un cristiano sea aplaudido por los medios de comunicación en vez de ir a la
cárcel por abuso sexual, a pesar de las filmaciones y pruebas existentes. No
importa quién sea ese cristiano ni qué haya hecho: importa que se lo encasilla
dentro de una masa-enemiga, lo que habilita moral y socialmente a descargar su
odio contra él. La feminista que lo ultraja no quiere atacar tanto a la persona
individual –a la que probablemente ni conoce– sino a la masa que él representa en la mente de ella, según el rótulo que
ella le asignó. En ese momento él es como un símbolo: acosarlo sexualmente es
como quemar una bandera. De otro modo es imposible entender que quien supuestamente
lucha contra “la violencia sexual” utilice como arma precisamente… la violencia
sexual.
Esa es la clave: aboliendo las
individualidades, a cada uno se lo considera un fungible peón del color
opuesto. Hay muchas personas más o menos comprometidas con la ideología de
género que, poniéndose a reflexionar, descubren que no están tan de acuerdo con
la masificación. Y empiezan a cuestionarse que la expresión “los varones” tenga
significado: se evidencia que no hay un “Sindicato Único de Varones” ni ninguna
otra unión real entre nosotros. Reflexión y buena voluntad muestran la
injusticia de achacar a todos los varones las malas características de una minoría
marginal.
El ejemplo del INADI
En relación a este asunto, dado que vivimos
en la Argentina ,
vale la pena analizar brevemente qué entiende un organismo gubernamental como el
INADI sobre los estereotipos de personas; cómo los usa para demonizar y perseguir
a ciertas minorías. Esto es importante, ya que ilustra a la perfección estas
categorizaciones arbitrarias de las que venimos hablando.
Leyendo la Guía Didáctica para Docentes, confeccionada por el INADI y que
sirve para conocer sus lineamientos respecto de los que ellos consideran “prácticas discriminatorias”, en la misma
se aprecia quiénes son los grupos “discriminadores” y quiénes son los grupos
“discriminados”. Por ejemplo, podemos leer la siguiente explicación:
"Analizando
en oposición a qué se construyen los estereotipos, podemos preguntarnos a
quiénes discriminamos, y la respuesta que más inmediatamente nos surge es: -al
“diferente”. ¿Diferente a quién o qué? Al modelo o paradigma de “lo normal”, es
decir al varón, blanco, instruido, joven, pudiente, heterosexual, cristiano y
sin discapacidad visible”.
Y también:
“La
construcción de un “paradigma” al que deben asimilarse todos los “otros“,
implica que aquellos que no tienen esos atributos son los diferentes, los
inferiores. Este modelo hegemónico impone jerarquías basadas en la dominación y
la desigualdad, es decir trata de naturalizar una supuesta “normalidad” sólo
para legitimar su supremacía, argumentando el bien social, cuando por el
contrario, la discriminación empobrece al conjunto de la sociedad al privarse
de la riqueza que da la pluralidad de identidades"[1].
O también, en otro lugar:
"Para
el modelo hegemónico, el paradigma de la normalidad es ser hombre, blanco,
instruido, pudiente, heterosexual, católico, sin discapacidad y el que no encaja
en ese esquema se lo trata de manera diferente"[2].
La fuente principal para el que quiera
leer es el Plan Nacional:
http://inadi.gob.ar/wp-content/uploads/2010/04/plannacional.pdfhttp://inadi.gob.ar/wp-content/uploads/2010/04/plannacional.pdf
Y:
"La
discriminación no es un acto aislado, sino que tiene una raigambre histórica
producto de un modelo social que, durante siglos, postuló una condición de
"normalidad" que ubicó a algunas personas con determinadas
características (varón, blanco, de edad productiva, instruido, católico,
heterosexual, sin discapacidad, entre otras) en una relación de poder
subordinante sobre otras que no se correspondían con ese patrón heteronormativo"[3].
Es necesario analizar cuidadosamente lo
que afirma el INADI, tal como aparece en la segunda cita: "Este modelo
hegemónico impone jerarquías basadas en la dominación y la desigualdad".
Primero dice que hay un modelo, y que ese modelo goza de hegemonía. En segundo
lugar, se sostiene que este modelo impone jerarquías. ¿Qué quieren decir estas
expresiones? Ciertamente no es el modelo
quien las impone, porque un modelo no se impone a sí mismo. El modelo implica
una jerarquización, pero el INADI sugiere que hay alguien que impone este modelo (los que jerarquizan) sobre el
resto de la sociedad. Define a los discriminados ("todos los que no son
varones, blancos, instruidos, en edad activa, pudientes, heterosexuales,
católicos y sin discapacidad visible"), sugiriendo que hay otros que imponen el “modelo
discriminador”.
La idea del texto es que los discriminados padecen la imposición de
los discriminadores. Los discriminadores son aquellos que sí entran en el
paradigma que el INADI llama “lo normal”: los varones, blancos, instruidos, en
edad activa, pudientes, heterosexuales, católicos y sin discapacidad visible.
El INADI, de esta manera, inventa un estereotipo
del discriminador. Ser “discriminador” no es consecuencia de lo que uno
hace, sino de cómo el INADI te clasifica.
Pero veamos más de cerca lo que dice el INADI:
"Este modelo hegemónico impone jerarquías basadas en la dominación y la
desigualdad, es decir trata de naturalizar una supuesta ‘normalidad’ sólo para
legitimar su supremacía...". Ahora bien, ¿quién busca legitimar su supremacía? El verdadero sujeto de la
frase no es "el modelo", sino "el discriminador". Por eso,
para entender a fondo, hay que leer la frase como si dijera "El varón
blanco impone jerarquías..." para que tenga sentido la parte que habla de
"su hegemonía".
Agachadas de importación
Esta visión no es autóctona. El INADI no
hace más que traducir servilmente ideas que les impusieron sus jefes en EEUU.
Eso de “la raza blanca" no existe acá, ni nunca existió, porque acá no hay
razas –salvo la idea de "raza hispánica" que festejamos el 12 de
octubre y es un concepto basado en el mestizaje, que hace énfasis en nuestro
origen común. Las “inéditas razas” de las que habla Rubén Darío son el fruto de
la mezcla de todos con todos. Nada que ver las “raza blanca” y “raza negra” del
Norte
De hecho, basta con tener tan sólo un
antepasado criollo para, casi seguramente, tener antepasados indios, y
probablemente también negros. Quien provenga de semejante mezcla, ¿a cuál
"raza" pertenece? Es preocupante que desde el Estado se busque
imponer la idea de que cada persona pueda pertenecer a una "raza". Un
reciente estudio genético (Haaks 2015[4])
prueba, entre otras cosas, que los primeros indo-europeos eran ellos mismos una
población mestiza. Los primeros indo-europeos, a quienes los nazis llamaban
"arios", eran una mezcla
entre aborígenes de Europa, y una población genéticamente parecida a los
actuales habitantes de Armenia, en Medio Oriente. Entonces: mestizaje siempre
hubo, y va a seguir habiendo. Por mucho que se lamenten el INADI y sus jefes yanquis,
no existen razas puras con que encasillar a las personas.
Conclusión
La estrategia es simple. Comienzan
retocando la definición de “discriminación injusta”. Tradicionalmente era:
tratar de forma distinta a dos personas en los aspectos en que son iguales, o
de forma igual en los aspectos en que son diferentes. O sea, dar prioridad a
una de dos personas que naturalmente deberían gozar de la misma, era
“discriminar”. Ahora, los progresistas quieren forzar el concepto de discriminar
para que signifique: “pertenecer a la Casta Discriminadora
definida por el gobierno”.
Segundo paso: aglutinar epítetos para
tranquilizar sus conciencias cuando ellos mismos descargan su odio contra ese
grupo de personas: “estamos cometiendo una injusticia, sí, pero es contra los malos: contra el
hetero-patriarcado-capitalista”. Está en nosotros defendernos contra este
avance del Estado, porque lo que quiere finalmente es que desaparezcamos.
Excelente, no hay mucho mas que esperar de una organización que vela por los derechos de gays abortistas lesbianas y mas que nada de los judíos
ResponderEliminarGuarida del lobo: me parece que tu comentario sobre los judíos encierra la idea de masificación que este artículo objeta
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