viernes, 25 de mayo de 2018

Efemérides del 25 de mayo de 1810 (Discurso pronunciado en el salón del Colegio FASTA Catherina, año 2012)


Efemérides del 25 de mayo de 1810


(Discurso pronunciado en el salón
del Colegio FASTA Catherina, año 2012)


Sr. Apoderado Legal,
Padre Capellán,
autoridades del Colegio,
estimados padres y docentes,
queridos alumnos:

            Para entender los acontecimientos que estamos recordando, volvamos –sólo por un momento– hasta el 12 de octubre de 1492, día de Nuestra Señora del Pilar: el descubrimiento de América. España había venido a nuestras tierras bajo el liderazgo de los Reyes Católicos, representados por Cristóbal Colón. Digamos unas palabras sobre el nombre de este personaje tan importante de la historia. “Cristóbal” es una palabra que significa portador de Cristo, es decir, que lleva a Cristo. La pronunciación de su nombre nos remite –lo sepamos o no– al Salvador del mundo.
Ustedes, queridos alumnos, también tienen nombres que significan y que remiten a algo. Piensen en el nombre de María, José; Ana, Joaquín; Isabel, Bautista. Son nombres que nos recuerdan a la Virgen y a su Esposo, a los padres de la Virgen, a su prima y a su sobrino. Piensen también en los nombres de Pedro, Santiago y Juan: los apóstoles. Pueden pensar también en Catalina, Agustín, Agustina, Pablo, Ignacio, Tomás, Javier, Miguel, Martín, Francisco, todos nombres de grandes santos. También los nombres de Milagros o Trinidad hablan por sí mismos. El nombre de Natalia viene de “Natividad” –en ruso, Natasha–, recordándonos el nacimiento de Jesús en Belén. Y aquí tenemos otro nombre: Belén.
Los nombres pueden marcar el destino. Cristóbal Colón recibió en su nacimiento un nombre que perduraría en todos los manuales de Historia. Sería el descubridor de América. Colón llevaría el Evangelio, llevaría a Jesucristo. Los reyes que le encomiendan este viaje son españoles. Por eso, nuestra Nación Argentina tiene una Madre: España, la Madre Patria. Así como nuestra madre nos enseña en Evangelio cuando somos niños, España enseñó el Evangelio a los habitantes de estas tierras.

“Cuando hay que consumar la maravilla
de alguna nueva hazaña,
los ángeles que están junto a Su silla
miran a Dios, y piensan en España”.
José María Pemán

            Durante varios siglos España llevó a cabo una tarea civilizadora y evangelizadora. Buenos Aires fue fundada por primera vez en 1536 y por segunda en 1580. En 1776, dos siglos más tarde, España constituye en nuestras tierras el Virreinato del Río de la Plata. Era todo un territorio muy grande, que abarcaba muchas otras naciones. Se fundó este Virreinato para defendernos de naciones extranjeras. Sin embargo, a comienzos del siglo XIX nos atacaría Inglaterra. Son las Invasiones Inglesas. Así como un ladrón entra en una casa cometiendo una injusticia, también los países pueden hacer lo mismo, cuando se dejan llevar por la avaricia, la codicia y el apetito del poder.
La victoria de los nuestros –los criollos– frente a los ingleses fue muy importante. Porque la derrota británica en 1806 y 1807 –donde luchó, con sólo 13 años, Juan Manuel de Rosas– demostró que podíamos defender, por nosotros mismos, las fronteras de nuestro territorio: por la razón y, si fuese necesario, por la fuerza.

“se unieron todos para desalojarlos. Fue extraordinario. Pelearon los chicos, las mujeres, los viejos, los sacerdotes, los criollos y los españoles, los indios y los mestizos. Pelearon en cada casa, desde cada rincón de las calles de Buenos Aires. Día y noche, con las armas que tenían. Y cuando se acabaron las armas las inventaron…”[1].

Las mujeres movían a sus maridos a pelear. Una, se dice, lo amenazó de esta manera: “ve a pelear, y regresa vencedor o muerto, porque esta jamás será la casa de un cobarde”.
Esto fue la Reconquista de Buenos Aires. En homenaje a la gesta, tenemos varias calles en nuestra ciudad que las recuerdan. Contra el invasor inglés se luchó por dos motivos: porque atacaban nuestra tierra y porque negaba nuestra fe católica. Eran protestantes, herejes. Nuestros patriotas, al contrario, eran fieles a la Patria y fieles a Dios:

“Ellos traían su tristeza,
la invencible tristeza acompañada
del crimen de herejía;
y nosotros teníamos,
por encima de todo,
nuestra alegría” (Anzoátegui).

El rey español, en ese entonces, no nos ayudó en la lucha. Se comportó mal con nosotros. Entonces, algunos se preguntan si no era mejor constituir un gobierno propio. Esta idea encontró un nuevo argumento cuando Napoleón –un general muy importante y exitoso– captura al rey español, Fernando VII. Napoleón era francés, un excelente estratega de la guerra; sabía luchar muy bien. Pero esta habilidad no volvió bueno: al contrario, sus éxitos lo emborracharon de poder. Tenía ideas completamente opuestas a la España católica. Si el Virreinato dependía de España, la pregunta es: capturado el rey por Napoleón, ¿a quién debíamos nosotros obediencia? ¿A un rey preso o a un tirano? Era urgente formar un gobierno autónomo.
¿Qué significa la palabra “autonomía”? Quiere decir “el poder de mandarse a uno mismo”. Teníamos que hacerlo. Darnos un orden propio porque las circunstancias habían cambiado. Así nació el primer Gobierno Patrio, gobierno que reivindicamos tomando prestado el siguiente versículo del Génesis: “el hombre dejará a su padre y a su madre…”. Eso fue lo que hicimos: madurar, pasar a la adultez.



Nuestros mejores criollos no deseaban separarse de todo lo bueno que España nos había legado. Queríamos autonomía, pero no desarraigo. Si autonomía es darse las propias leyes y valernos por nosotros mismos, desarraigo es enfrentarse con los propios padres que nos dieron todo, la vida, la existencia, la cultura, la fe. Desarraigo es pecado contra los padres; autonomía es madurez. El presidente de la Primera Junta –el Jefe del Regimiento de Patricios, Don Cornelio Saavedra– tenía esta posición. El enemigo era Napoleón, no España.
De ahí que fuese necesario –aunque triste– romper con la legalidad española. El 25 de mayo, hace 202 años, Saavedra se convierte en la cabeza de este movimiento, formando la Primera Junta. La principal medida que tomaron fue establecer la religión católica como religión oficial. Esto significa algo maravilloso: no sólo las personas sino las sociedades reconocían a Cristo como Principio y Fin de la vida de los hombres. La ley positiva humana no contradecía –como hoy– la ley natural y la sobrenatural, sino que las reconocía y apoyaba plenamente. Tal como recita esa bella canción que pronunciamos en Misa:

Dios de los corazones,
Sublime Redentor,
domina las naciones
y enséñales tu amor.

Y aquel otro cántico que en su estribillo reza:

Reine Jesús por siempre, reine su Corazón
en nuestra patria, en nuestro suelo,
que es de María la Nación.

Ésta es la historia. La historia de hombres que luchan por grandes causas y principios: el honor, el hogar, la familia, la tierra, la patria, el amor, la religión, Dios mismo. La historia no es la acumulación erudita de fechas, aunque su conocimiento sea necesario para aprobar el examen (y aunque el profesor deba exigirnos, porque es su deber, memorizarlas). La historia no es la sucesión de hechos desconectados entre sí, presente en nuestra memoria como adorno pero sin ninguna importancia en la actualidad. Si la historia es –como creemos– el despliegue del plan divino en el tiempo, sepamos advertir siempre la mano de Dios que conduce los acontecimientos. La historia el espacio de combate en donde los hombres libran la batalla por la eternidad, las batallas por lo que no muere ni perece.

Profesor Juan Carlos Monedero



[1] Antonio Caponnetto. El bicentenario en el aula, Buenos Aires, co-edición de Editorial Santiago Apóstol y Bella Vista Ediciones, 2010, págs. 39-40.

jueves, 17 de mayo de 2018

La nueva ingeniería social del Tribunal Supremo de Elecciones (artículo especial sobre Costa Rica)


La nueva ingeniería social del Tribunal Supremo de Elecciones

(especial para Costa Rica)

Por Juan Carlos Monedero (h)

Este lunes 14 de mayo, el Tribunal Supremo de Elecciones aprobó y reguló el cambio de nombre por “identidad de género autopercibida”, quienes lo soliciten al Registro Civil.
No es extraño que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) esté detrás de esto. Tampoco lo es que el pretendido cambio haya sido concebido como carente de formalidades y gratuito. ¿Por qué el estado debe invertir su dinero en una actividad que ni es rentable ni es culturalmente edificante? ¿Por qué una percepción genera derechos?
Juan Pérez se percibe como dueño y propietario de la Standar Oil Company: ¿eso le da derecho a intervenir en sus reuniones de comisión? ¿El Estado debe facilitarle entrar por la puerta?
Yo me percibo como un jugador de fútbol profesional: ¿estoy habilitado para pelear por la titularidad de la Selección Argentina, junto con Leo Messi?
Susana es ciega, pero se autopercibe como capaz de manejar cómodamente en calles de pueblo. Conoce el lugar porque ha vivido allí, y si no le mueven nada se maneja, según dice, aceptablemente. ¿El Estado debe permitirle conducir?
Según la versión de https://www.elmundo.cr/costa-rica/, el glorioso Tribunal eliminaría la indicación del sexo de nacimiento de tales personas, a fin de –según dicen– evitar “efectos estigmatizantes”.
Bienvenidos nuevamente a la borrachera del absurdo: ¿Por qué eliminar esta indicación? Si Raúl se percibió varón durante años, el lunes 7 de mayo se percibe mujer, el insigne Tribunal reconoce la validez absoluta de esa percepción… pero al mes siguiente Raúl se percibe nuevamente varón, ¿no tiene el derecho irrestricto, consagrado por todos los tratados de Derechos Humanos, de ser percibido por el resto del mundo como varón? Y si el 7 de junio quiere dejar de percibirse varón y pasar a sentirse nuevamente una mujer, o una niña de 4 años… ¿Le buscamos un Jardín de Infantes?
Pero si Raúl, o Raúla, se autopercibe como una anciana de 89 años podríamos mandarla a un Geriátrico.
No veo por qué no mandarlo al Zoológico si se sintiese un perico.
¡Qué acto de arbitrariedad jurídica sería impedirle orinar en la vía pública si, en su corazón, se autopercibiese como un perro!
Bienvenidos al siglo XXI, a la Modernidad, al Progreso, a la Tolerancia, a la Democracia. Si este hermoso país de Costa Rica quiere ser una nación para los costarricenses –y no un laboratorio al servicio de experimentos ideológicos– deberá combatir por la defensa del Sentido Común y dar testimonio en todas partes de que las cosas son como son, que 2 + 2 son 4, que el pan es pan, que el vino es vino, y que un varón es un varón y una mujer es una mujer.

viernes, 11 de mayo de 2018

Cómo un viaje en colectivo se convirtió en una disputa provida-aborto - Por Juan Carlos Monedero (h)


Cómo un viaje en colectivo
se convirtió en una disputa
provida-aborto

Por Juan Carlos Monedero (h)

            El domingo 29 de abril del 2018 era un domingo particular, único. Porque al otro día era feriado y entonces se podía salir. Y para colmo, el martes 1° de mayo también era feriado por ser el Día del Trabajador: a mis 32 años, mejor imposible. De modo que esa noche mis pies me llevaron a un bolichito donde comimos un buen sándwich de bondiola con mis amigos Andrés y Charly. Terminamos de hablar de la vida y me tomé el 34, camino a mi casa.
            La mayor parte del recorrido del 34 tiene lugar sobre Av. Juan B. Justo, pero hay un tramo de unas 20 cuadras donde el colectivo pasa primero por Darregueyra, para más tarde desembocar en Uriarte. Y luego, sí, dobla en Aguirre a la derecha y se entrega a los brazos de la Avenida. En el tránsito de Darregueyra y Uriarte aproximadamente –lamento no poder recordar con exactitud– se subieron unos 10 chicos de entre 18 y 21 años. Hablaban en voz alta y hacían bastante ruido, pero siendo las 4.30 de la mañana no era algo sorprendente. No se salía de lo común. Pero sí se salió de lo común cuando empezaron a corear “Opus Dei, qué facho que sos”, para luego pasar a reclamar explícitamente y a los gritos por el aborto legal, un circo que tuvo lugar ante un colectivo prácticamente lleno de gente.
            Alternaron otras canciones y, por el estado en que estaban, por algunos momentos la imagen era de pena y lástima. Su condición de ebriedad me dolía, y sus invocaciones erráticas por el aborto me indignaban. Decidí no intervenir porque pensé que, en definitiva, al fin de cuentas era una contrapropaganda: a los gritos en un colectivo, y habiéndose pasado con el alcohol, la Causa Por El Aborto Legal no estaba representada en esta ocasión con un buen marketing. Algo pasó, sin embargo, cuando me paré, ya cerca de la estación de mi casa.

–¿Quién está a favor del aborto en este colectivo?

            Preguntó en voz alta, casi gritando, la que llevaba la voz cantante. Estaba muy cerca de un estado que podríamos describir como “fuera de sí”. Muy exaltada y sintiéndose, al parecer, La Gran Guerrera. Yo ya estaba de pie y pude ver cómo ella contabilizaba las manos de algunos pasajeros que, hacia el final del colectivo, parecían asentir.

–¿Y quién está en contra del aborto en este colectivo?

            Ella seguía mirando al fondo y comenzó a decir:

–¿Nadie? ¿Nadie está en contra del aborto?

            Estaba entre contenta y orgullosa de no registrar a nadie. Pero yo estaba a su izquierda. No me vio. Y tampoco escuchó cuando dije en voz alta: “Yo, yo estoy en contra”, mientras masticaba indignación y me preparaba para lo desconocido.
            Una de las chicas que la acompañaba la tocó y le dijo: “Acá, este hombre te está diciendo que está en contra”.

*          *          *

            Cuando bajé del colectivo, habiéndome pasado varias paradas, sentí que lo que había pasado no tenía nada que ver conmigo. Me refiero a lo bueno que había tenido lugar: mientras hablaba con la chica que “llevaba la batuta” –la misma que había propiciado la improvisada encuesta–, respondiendo a su pregunta directa de ¿Por qué estás en contra del aborto? varias cosas pasaron. Primero, que las que discutían y/o vociferaban conmigo eran solamente tres. Una cuarta, ante una imprecación mía, tomó rápidamente distancia diciendo: “Yo no estoy a favor del aborto, no pienso como ellas”. Mientras respondía a la multitud de lugares comunes que, por enésima vez, me veía obligado a escuchar, miraba de reojo a los que nos rodeaban en el colectivo: dos varones que las acompañaban, de la misma edad, asentían a mis palabras, aunque sin decir algo. Sentí el respeto en sus ojos y al mismo tiempo que tenían un poco de vergüenza, puesto que al fin y al cabo ellos se habían subido todos juntos. Estos chicos no estaban cómodos con ellas, y sin embargo callaban.
            La homogeneidad del grupo era resultado de una impresión superficial. Puertas adentro, ¡no estaban unidos!
            Entre las tres que presentaron resistencia, dos levantaban la voz y repetían slogans que no vale la pena reproducir. La tercera era la más presentable, porque intentaba tener una discusión racional conmigo, y aunque lo que decía era lo típico (una descripción teatralizada de las mujeres que alumbran niños en la pobreza) puedo decir que fue la que marcó alguna diferencia. Era la misma que había registrado mis palabras ante la encuesta de su compañera.
            Ya me había desviado de mi destino y, cuando decidí bajarme –la discusión ya estaba agotada– la casualidad hizo que coincidiera con la parada en que esta tercera interlocutora se bajaba también. Bajamos y nos quedamos conversando y discutiendo, ante la presencia de otras amigas que en silencio escuchaban. Ya no estaban las agitadoras. Segundos después de bajar, estando aún sobre la estación, me dio la mano y me felicitó por haber intervenido. Seguíamos hablando; ella alimentaba la conversación y las amigas volvieron a decirle: “Vamos, ya está, tenemos que irnos”. Le recordé los artículos que llevamos escritos, para luego despedirme.
Tengo la íntima convicción de que yo no puse nada más que el cuerpo en esta anécdota: sentí que por momentos titubeaba, hay cosas que podría haber dicho mejor, nunca hice un curso de cómo intervenir en un colectivo sobre este tema, no me había preparado en absoluto para lo que tuvo lugar. Fue un intercambio que simplemente se dio, y cada uno llevó lo que tenía. Decir que yo no puse nada en esta ocasión es mi torpe manera de ver Otra Mano en ésto.