Por el Profesor Pablo Grossi
Repárese en que, en ninguna otra época de la Historia Universal ,
se han prodigado tanto las palabras como la presente: torrentes inagotables de palabras
por medio de la prensa, del libro, de la radiotelefonía, de la cátedra, de la tribuna,
en una proporción jamás soportada antes, invaden, penetran
y cubren la vida entera de los hombres y de los pueblos...
se han prodigado tanto las palabras como la presente: torrentes inagotables de palabras
por medio de la prensa, del libro, de la radiotelefonía, de la cátedra, de la tribuna,
en una proporción jamás soportada antes, invaden, penetran
y cubren la vida entera de los hombres y de los pueblos...
Jordán Bruno Genta
Desde las páginas de El Filósofo y los sofistas, nuestro mártir sostuvo que “Saber pensar o saber hablar es la
tarea principal del hombre, la que hace que el hombre sea hombre”. Y en acertada paradoja, explicará
que “Es notorio que se requieren muchas
más palabras para condenar a la palabra que para hacer su apología; el mayor
gasto y derroche de mala retórica está siempre a cargo de los enemigos de la
retórica. La palabra tiene tanta autoridad, tanta fuerza persuasiva que hasta
es capaz de convencer sobre su falta de autoridad y sobre su impotencia
persuasiva”. Por eso, la retórica –“hasta en sus
formas viciosas y corrompidas”– sigue siendo, con todo, “una parte de la
metafísica y de la teología”. La lectura del presente libro ha
logrado evocar estas palabras inmortales.
A batallar se aprende
batallando. Ahora bien, quien cae en un campo de combate sin más armas que la
buena disposición del espíritu, corre con pocas posibilidades de alcanzar la
victoria. Es cierto que en el final de todos los finales rendiremos cuenta ante
el Señor por las cicatrices recibidas, no por los éxitos alcanzados. Pero no es
menos cierto que esta benevolencia de la Divina Providencia –por la que se nos exige el combate,
mas no la victoria– no nos exonera de hacer todo lo que esté a nuestro alcance
para alcanzar el triunfo.
La presente obra es un
manual de combate. En su primera parte (“Fundamentos de la cuestión”), Juan Carlos presenta las armas: traza un breve pero completo
bosquejo sobre la relación existente entre las palabras, los conceptos y la
realidad. Su subversión es la raíz última de esta guerra, respecto de la cual
el libro no deja de pronunciarse una y otra vez.
Luego, queda retratado
el estado del campo de batalla: en la segunda parte (“Palabras en
guerra”), se
estudia qué alcances y qué tipo de consecuencias han traído el triunfo de la
guerra cultural, que perdurará mientras Dios lo permita.
Pero el autor no se
detiene allí. No se trata de algo puramente teórico pues la guerra semántica
–como cualquier otro tipo de contienda– es algo eminentemente práctico. Tampoco
son páginas quejosas, repletas de letanías de lamentos. Lejos del derrotismo,
luego de observar y diagnosticar adecuadamente la situación, es entonces cuando
Juan Carlos entra en acción y contraataca; así, desafía los tótems de los adversarios de la fe y de la
patria, al tiempo que acaba saliendo al rescate del lenguaje, desenmascarando
sofismas y rescatando palabras nobles que han sido estigmatizadas, echando luz
sobre las tinieblas del oscuro panorama cultural.
Una obra para releer
varias veces, que podríamos considerar una verdadera “teoría y práctica” de la
presente guerra contrarrevolucionaria en su aspecto semántico, necesaria para
la interpretación de la realidad actual de nuestro país y, por qué no, del
habla hispana.
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