¿Por qué la Biblia es únicamente
“católica” y no de otras religiones?
–¿Por qué la Biblia es únicamente “católica” y no de otras religiones?
–¿Es
coherente admitir el carácter sagrado de la Biblia y negar o, por lo menos, no considerar el
carácter divino de la Iglesia ?
Es
innegable la cantidad de personas que no ven en la Iglesia Católica
esa autoridad de carácter divino. Sea porque son bautizados católicos que
comparten una parte de su doctrina pero, por ejemplo, rechazan la enseñanza de la Iglesia en materia de
sexualidad; sea porque son personas que, habiendo sido bautizados, han
abandonado su fe católica y ahora son bautistas, evangélicos, anglicanos,
testigos de Jehová, etc. En un caso o en otro, al menos, se venera la Biblia como Palabra
Revelada. Surge este interrogante de manera casi espontánea:
–¿Es
coherente admitir el carácter sagrado de la Biblia y negar o, por lo menos, no considerar el
carácter divino de la Iglesia
y sus enseñanzas?
Ante
todo, la Biblia
es Palabra de Dios. Creemos que fue escrita bajo la inspiración del Señor,
siendo secundario aunque muy real el papel del hombre. Tiene a Dios como causa
principal mientras que el hombre oficia una suerte de causa instrumental.
Propiamente, los hombres no comunican en la Biblia nada; es Dios mismo quien habla, a través
de un lenguaje humano. Lenguaje que Él mismo inspiró y del que Él mismo es
responsable.
Hoy
nosotros vemos a la Biblia
como un único libro, bastante grande, pero en realidad eso es el resultado de
una suerte de “recopilación”. La
Biblia no está formada por un sólo libro sino por un conjunto
de ellos; está compuesta por 73 libros distintos, definidos como tales a
comienzos del siglo II del cristianismo (a esto se le llamó ‘canon’ bíblico). Este canon, idéntico, se
puede apreciar en los documentos del Concilio Romano del año 382, durante el
reinado del Papa San Dámaso (Cfr. Denzinger 84). Mil años después, el mismo
canon (no otro) fue reforzado con ocasión de las objeciones de Martín Lutero
(fundador de la herejía protestante) en el Concilio de Trento: Denzinger
783-785. Por tanto, es la
Iglesia –desde sus instancias de autoridad más elevadas– la
que ha determinado que todo católico que negara la inspiración divina de algún
libro sagrada se hacía merecedor del duro adjetivo de ‘hereje’.
La
confección y posterior definición magisterial de los libros que conforman la Biblia no fue algo
inmediato. No fue obra de un sólo hombre sino de generaciones de ellos,
inspirados por Dios. Lo que hoy vemos como el “producto terminado”, la Biblia , tiene su origen
principal en Dios, por cierto, mientras que en el terreno humano fue necesaria
la investigación, la traducción y la fidelidad de los hombres, durante siglos,
que con su propio lenguaje comunicasen la Palabra de Dios.
Ahora
bien, es evidente que en el mundo existen mucho más que 73 libros. Existen
millones de libros y por lo menos miles de libros existían ya a comienzos del
siglo II. Cuando se determina el canon de libros –discriminándolos de todos los
demás–, se toma por cierto una muy pequeña parte del total. Muy bien,
preguntémonos ahora: ¿quién ha sido la persona y/o institución que ha separado
esos libros de todos los demás?
¿Qué
institución ha definido que exactamente esos libros y no otros son Palabra
Revelada de Dios?
Esa institución ha sido la Iglesia Católica.
Fue
precisamente la
Iglesia Católica , no otra iglesia, la que determinó qué
libros contienen por escrito una parte de la Palabra Divina que
estaba siendo transmitida oralmente; pues, como aclara el mismo San Juan en su
Evangelio, no está escrito todo lo que Jesús dijo e hizo.
Por
lo tanto, hay aquí una contradicción.
En
efecto, ¿cómo podría la Biblia
ser Palabra Divina y no ser divina la Autoridad que ha definido qué es la Biblia ? Creer en la verdad
de la Biblia
como Palabra de Dios es una y la misma cosa que creer que la Iglesia tuvo la asistencia
infalible del Espíritu Santo.
A
grandes rasgos, todos ellos tienen los mismos libros que nosotros; usan los
libros que la Iglesia
determinó; aunque dejen algunos de lado, no agregan ninguno.
La
conclusión se impone. Una de dos: o creemos en la Biblia y también creemos en
la institución que, originariamente, la ha considerado sagrada –la Iglesia – o, no creyendo en
la Iglesia ,
no nos queda razón alguna para sostener que lo que tenemos a la vista es
Palabra de Dios. Sin la
Iglesia , no podemos saber cuáles son los libros sagrados. Por
esta razón, San Agustín decía: No creería en la Biblia si no fuera por la
autoridad de la
Iglesia Católica.
Yo, en relación a este tema, suelo decir que nosotros como católicos no creemos en la Iglesia porque lo dice la Biblia, sino que creemos en la Biblia porque lo dice la Iglesia. Bueno... podría decirlo más delicadamente.
ResponderEliminarO sea, con el comentario anterior no digo que la Biblia no hable de la Iglesia, eh.
EliminarMe parece muy bien tu síntesis!
EliminarExcelente! Monedero! Excelente!
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