Iglesia
y actualidad:
a
propósito de ciertas ambigüedades
Dos
entrevistas: Kasper, Martini.
Y el caso del Sínodo
La creciente
difusión de numerosos artículos de opinión sobre temas de actualidad de la Iglesia permite reconocer
un lenguaje muy particular. Nos referimos a lo que estuvo y todavía está
circulando en torno al Sínodo de la
Familia , por poner un ejemplo. Declaraciones, desmentidas,
idas y vueltas; confusión, sencillamente. Para muchos, esta forma de hablar
podrá parecer novedosa. Sin embargo, no lo es. Pocos minutos de Google son suficientes para darse
cuenta: pensemos –por poner sólo un ejemplo– en el texto firmado por el
entonces Monseñor Rino Fisichella en el año 2009, donde su peculiar retórica le
hizo posible justificar la comisión de un aborto en Brasil[1],
siendo objetado públicamente por Monseñor Michel Schooyans[2].
Sin embargo, quizá
sí constituya algo nuevo su enorme difusión en redes y noticias. La propagación
masiva de artículos periodísticos –que sirven en bandeja estas declaraciones– vuelve
este lenguaje accesible a casi todos. De cualquier manera, no cabe duda que hoy
es posible identificar cierta forma de expresarse. Es indudable que existe un
estilo de comunicación con características propias. No es tarea fácil reconocerlo.
Sin embargo, creemos que es posible.
Vamos a los casos.
Caso 1: un fragmento de la reciente entrevista de Elisabetta Piqué al Cardenal
Walter Kasper en La Nación[3].
Hacia el principio, la entrevistadora le pregunta: “¿Usted
dice entonces que no se puede cambiar la doctrina, pero sí la disciplina?”. Y el
Cardenal contesta:
La doctrina no puede cambiar. Nadie niega la
indisolubilidad del matrimonio. Pero la disciplina sí puede cambiar y ya ha
cambiado varias veces, como vemos en la historia de la Iglesia.
Luego la entrevista
pasa a otros cauces. Pero queda sin profundizar esto de la disciplina y la
doctrina. De un lado, la disciplina: algo que (de guiarnos por la entrevista)
parece voluble, sin mucha sustancia. Algo que “puede cambiarse”. Enfrente, sí,
eso sí, la doctrina que permanece
intocable. ¿Es así?
En realidad, las cosas son diferentes. Hay
disciplinas que pueden cambiar y hay disciplinas que no: es falso que toda
disciplina sea, sin más, modificable. Primera distinción. Pero hay otra más
importante aún: toda disciplina debe guardar perfecta coherencia con la
doctrina que pretende reflejar. Si la doctrina dice blanco, la disciplina no
puede decir negro. Aunque sólo sea “la disciplina”.
Por lo tanto, la afirmación
del Cardenal Kasper es sumamente confusa. No se puede sostener verbalmente la
indisolubilidad del matrimonio al mismo tiempo que se propone algo que “tira
abajo” la doctrina sobre esa indisolubilidad. Sería como decir que “creemos en
Dios” pero que aceptamos el ateísmo. Al respecto, el Cardenal Ruini ha dicho muy
acertadamente:
no se puede pretender que
el matrimonio sea indisoluble y comportarse como si no lo fuese[4].
Caso 2: segmento de
la entrevista al fallecido Cardenal Carlo María Martini. Quedó consignado,
entre otras cosas, este enunciado suyo:
Veo
en la Iglesia
de hoy tanta ceniza encima de las brasas que a menudo me asalta un sentimiento
de debilidad. ¿Cómo liberar las brasas de la ceniza de forma que se reavive la
llama del amor? En primer lugar debemos buscar estas brasas. ¿Dónde están las
personas llenas de generosidad como el buen Samaritano? Las que tienen fe como
el centurión romano. Que son apasionados como Juan Bautista. Que se atreven a innovar como Paolo.
Que son fieles como María de Magdalena[5].
¿Qué pensar ante la
palabra innovar en boca de Carlo
María Martini, una de las cabezas intelectuales del progresismo católico? Quizá
nos ayude las palabras de Ernesto Hello. Este gran defensor de la fe sostenía que
mezclar la verdad y el error otorgaba a la verdad apariencia de error; mientras que, al error, le otorgaba apariencia de verdad. No es otro el
procedimiento latente en este párrafo. Analicémoslo: ¿quién podría rechazar
ejemplos de generosidad? ¿O la fe del centurión? Ningún fiel negaría la pasión
del Bautista ni la fidelidad de la Magdalena. Ninguno.
Sin embargo, junto con santos ejemplos, se colaba la tristemente hueca consigna
de atreverse a innovar. Y decimos
nosotros:
¿Innovar
qué?
¿Qué
quiere Ud. innovar?
No lo sabemos. No
lo dice.
Está bien, no diga
Ud. qué quiere innovar. Pero acaso, ¿no querrá decirnos tampoco para qué desea innovar? Esa es la otra
pregunta que surge: ¿Para qué desea esa innovación? Usted desea convertir ÉSO
(no sabemos qué), ¿en algo distinto? Más aún: ¿cómo podemos saber que es algo
distinto de X, si no tenemos idea de qué entiende Ud., Cardenal, cuando dice X?
Cuando Martini hablaba
de innovar –“atreverse”, decía, como
si los que son fieles a la verdad recibida estuviesen llenos de temores–, ¿por
qué no dijo qué tipo de cambio aspiraba? ¿Por qué delega en nosotros la exacta interpretación
de sus palabras? ¿Cómo no pensar que –en boca de Carlo María Martini, nada
menos[6]–
innovar quiere decir alterar la
enseñanza de la Iglesia
sobre anticoncepción, homosexualidad, aborto, eutanasia, acomodándose al
pensamiento dominante? A diferencia de otros bautizados que abiertamente
proponen la cultura de la muerte, estas expresiones son suficientemente tímidas
como para no despertar reacciones… pero suficientemente claras como para inducir
al error.
Caso 3: fragmento
del texto borrador –no el definitivo– del Sínodo. En el párrafo temático N° 50
podemos leer:
Las personas
homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana:
¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de
fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que
sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo,
aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina
católica sobre la familia y el matrimonio?
Veamos.
Nadie duda que las
personas con tendencia homosexual –mal llamadas “personas homosexuales”– puedan
tener “dones y cualidades”. Ahora bien: ¿en virtud de qué pueden tenerlas? ¿En base a qué poseen esos dones? ¿En base a que fueron creados a imagen de
Dios? Tal sería la respuesta correcta. Por eso es importante entender que estas
tendencias homosexuales no son causa
de “dones y cualidades”. Antes bien: estas personas poseen tales dones y
cualidades a pesar de su tendencia
homosexual. Nunca a causa de esta
tendencia.
¿Por qué esta
sencillísima distinción no apareció con toda claridad en el documento borrador
del Sínodo? Claro, el borrador no afirma que en virtud de la homosexualidad poseen ciertas cosas buenas. No lo
dice, es verdad. Hace otra cosa: se abstiene. No define ni distingue. Deja la
puerta abierta a la subjetividad del receptor. Por lo tanto, se trata de un texto
que tiene un enorme potencial de
conflicto.
Concluyendo: estamos, pues, ante un estilo de lenguaje
que deliberadamente carece de exactitud y precisión. Errores sugeridos,
nunca pronunciados. El peligro no es como la herejía de los libros de teología:
esa herejía decía algo bien definido, algo con principio y fin, algo que
empezaba y acababa. Hoy en día, en cambio, el pecado contra el logos consiste en dejar flotando en el
aire las palabras a la espera de que sea el interlocutor el que actualice los
mensajes que ellas transportan.
Quienes así hablan obtienen
dos cosas: dan pasto a los aires reformistas (derivando en otros la
responsabilidad de obrar lo que ellos solamente dan a entender) al mismo tiempo
que confunden –con sus aproximaciones y coqueteos– a los auténticos fieles.
Estos intuyen la deshonestidad que yace en este discurso pero no siempre pueden
rebatirla.
Nuestro Señor ha
dicho con claridad: Que tu lenguaje sea:
sí, sí; no, no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno. Es nuestra responsabilidad
reconocer este lenguaje oscuro y confuso, identificarlo con nitidez y así poder
realizar el correspondiente discernimiento; para bien propio y de los demás.
La confusión actual
en torno a las palabras reclama que la inteligencia, alumbrada y sostenida por
la fe, desbarate los artilugios y equívocos de ciertos dignatarios que pretenden
transformar –tratando de que no se note– la Casa de Dios en una cueva de ladrones.
Juan Carlos Monedero (h)
28 de octubre de 2014
[1] Los siguientes artículos reproducen parcialmente el
artículo del entonces Monseñor Fisichella. Cfr. http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1339160?sp=y,
http://archivo.losandes.com.ar/notas/2009/3/16/internacionales-413375.asp
y http://www.zenit.org/es/articles/el-caso-de-la-nina-brasilena-no-cambia-la-ensenanza-catolica-sobre-el-aborto.
El link que lo reproducía íntegramente, al cual no pudimos esta vez entrar, es http://www.revistacriterio.com.ar/sociedad/del-lado-de-la-nina-brasilena/
Tiempo después, hicimos una crítica de sus argumentos. Cfr. Justificación elíptica del aborto a través
de la distorsión de la palabras, en http://secundumnaturamsecundumrationem.blogspot.com.ar/2011/09/justificacion-eliptica-del-aborto.html.
Tal respuesta fue confeccionada en base a la importante y valiente reacción de
Mons. Schooyans, como puede verse el la nota al pié n° 2.
[3] Cfr. http://www.lanacion.com.ar/1731185-walter-kasper-algunos-cardenales-temen-que-colapse-todo-si-algo-cambia,
publicado el 29 de septiembre de 2014.
[5] Cfr. http://www.losandes.com.pe/Nacional/20121018/66065.html.
La negrita es nuestra.
[6] Para conocer en detalle las propuestas del Card. Martini, véase los artículos de Eleuterio
Fernández Guzmán –bloggero del portal InfoCatólica– donde él comenta
pormenorizadamente sus posiciones:
http://infocatolica.com/blog/meradefensa.php/el_cardenal_martini_y_su_nueva_via;
http://infocatolica.com/blog/meradefensa.php/0909141211-la-barca-que-el-cardenal-mart;
http://infocatolica.com/blog/meradefensa.php/el-cardenal-martini-va-contra-todo-en-la;
http://infocatolica.com/blog/meradefensa.php/1209061203-que-el-cardenal-martini-desca;
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