La nueva ingeniería social del Tribunal Supremo
de Elecciones
(especial
para Costa Rica)
Por Juan Carlos Monedero (h)
Este
lunes 14 de mayo, el Tribunal Supremo de Elecciones aprobó y reguló el cambio
de nombre por “identidad de género autopercibida”, quienes lo soliciten al
Registro Civil.
No es
extraño que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) esté detrás de
esto. Tampoco lo es que el pretendido cambio haya sido concebido como carente de
formalidades y gratuito. ¿Por qué el estado debe invertir su dinero en una
actividad que ni es rentable ni es culturalmente edificante? ¿Por qué una
percepción genera derechos?
Juan
Pérez se percibe como dueño y propietario de la Standar Oil Company: ¿eso le da
derecho a intervenir en sus reuniones de comisión? ¿El Estado debe facilitarle
entrar por la puerta?
Yo me
percibo como un jugador de fútbol profesional: ¿estoy habilitado para pelear
por la titularidad de la Selección Argentina, junto con Leo Messi?
Susana es
ciega, pero se autopercibe como capaz de manejar cómodamente en calles de
pueblo. Conoce el lugar porque ha vivido allí, y si no le mueven nada se maneja,
según dice, aceptablemente. ¿El Estado debe permitirle conducir?
Según la
versión de https://www.elmundo.cr/costa-rica/,
el glorioso Tribunal eliminaría la indicación del sexo de nacimiento de tales
personas, a fin de –según dicen– evitar “efectos estigmatizantes”.
Bienvenidos
nuevamente a la borrachera del absurdo: ¿Por qué eliminar esta indicación? Si
Raúl se percibió varón durante años, el lunes 7 de mayo se percibe mujer, el
insigne Tribunal reconoce la validez absoluta de esa percepción… pero al mes
siguiente Raúl se percibe nuevamente varón, ¿no tiene el derecho irrestricto,
consagrado por todos los tratados de Derechos Humanos, de ser percibido por el
resto del mundo como varón? Y si el 7 de junio quiere dejar de percibirse varón
y pasar a sentirse nuevamente una mujer, o una niña de 4 años… ¿Le buscamos un
Jardín de Infantes?
Pero si
Raúl, o Raúla, se autopercibe como una anciana de 89 años podríamos mandarla a
un Geriátrico.
No veo
por qué no mandarlo al Zoológico si se sintiese un perico.
¡Qué acto
de arbitrariedad jurídica sería impedirle orinar en la vía pública si, en su
corazón, se autopercibiese como un perro!
Bienvenidos
al siglo XXI, a la Modernidad, al Progreso, a la Tolerancia, a la Democracia.
Si este hermoso país de Costa Rica quiere ser una nación para los costarricenses
–y no un laboratorio al servicio de experimentos ideológicos– deberá combatir
por la defensa del Sentido Común y dar testimonio en todas partes de que las
cosas son como son, que 2 + 2 son 4, que el pan es pan, que el vino es vino, y
que un varón es un varón y una mujer es una mujer.
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