lunes, 26 de febrero de 2018

La declaración de la Iglesia frente al debate en torno al aborto - Por Adolfo Aybar

La declaración de la Iglesia
frente al debate en torno al aborto

Análisis del reciente pronunciamiento
de la Conferencia Episcopal Argentina

Por Adolfo Aybar

El pasado sábado 24 de febrero, habiendo leído el titular de la nota de La Nación –según el cual “La Iglesia pidió que haya una discusión integral, sin violencia ni agresiones”[1]– simplemente no lo pude creer: parecía que se estaba invitando a entablar un diálogo para debatir si el aborto era o no un crimen. Recurrí a la página web de AICA (es decir, fui a la fuente) y me encontré con las siguientes palabras:

(que) “este debate nos encuentre preparados para un diálogo sincero y profundo que pueda responder a este drama, escuchar las distintas voces y las legítimas preocupaciones que atraviesan quienes no saben cómo actuar, sin descalificaciones, violencia o agresión”[2].

Puesto frente a la evidencia no me es posible negarla, aunque sigo sin poder concebir, sin poder aceptar intelectualmente, que la Iglesia argentina acepte o consienta en dialogar acerca de si un crimen es un crimen, especialmente cuando media la vida de una persona especialmente indefensa.
Está claro que el aborto está mal, y que en las explicaciones que nos brinda la ciencia tenemos suficiente. No considero necesario sin embargo apresurarse en eliminar el dato de la Revelación sobrenatural, negando a la fe la posibilidad de declarar cómo son las cosas. Nosotros, la Iglesia, debemos defender la vida inocente, tanto desde la Fe como desde el orden natural. Más aún: el hecho que la fe sea congruente con el conocimiento científico es un indicio de su validez, porque la verdad no puede contradecirse a sí misma.



En otro orden de cosas, estoy convencido de que debemos acompañar a aquellas mujeres que ante una situación límite personal sufren la tentación de abortar. Y también tenemos que ser misericordiosos y compasivos con aquellas que ya abortaron y que se encuentran desamparadas al tomar conciencia de este crimen cometido. Sin embargo, todo esto no implica en absoluto la posibilidad de que sea legítimo un diálogo sobre la despenalización el aborto. ¿Qué pasaría si nos ponemos a debatir si debemos tener vacaciones, o no? ¿Qué pasaría si debatiésemos, acaso, si cobrar un sueldo por nuestro trabajo, o no? ¿Se imaginan debatir si los hijos -o los empleados- pueden faltarle el respeto a sus padres o a sus jefes? No serían debates fructíferos sino planteos insultantes.

Por último quisiera hacer saber que somos muchos los que reconocemos y sostenemos este principio moral intransigente –a saber, que toda vida humana inocente es intocable–, y que también somos la Iglesia. La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina no agota la dimensión de la Iglesia. Ante todo, Nuestro Señor Jesucristo es Cabeza de ese Cuerpo Místico que es la Iglesia; y todos los bautizados somos su Cuerpo Místico, cuerpo en el que cada uno cumple una función única, al igual que en nuestro organismo.
Sin ánimo de juzgar precipitadamente a nadie, sino sólo de encontrar la verdad, parece estar fuera de toda discusión coherente el hecho de que la vida es un bien, y que todo acto que intente acabar con una vida inocente es un mal. El aborto acaba con la vida inocente, por lo tanto es un mal. En consecuencia, no es negociable. No podemos propiciar ni consentir alegremente la discusión acerca del aborto.



[1] https://www.lanacion.com.ar/2111736-la-iglesia-pidio-un-debate-integral-sobre-el-aborto-sin-violencia-ni-agresiones
[2] http://www.aica.org/32455-episcopado-respetuosos-de-la-vida.html

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