Estrategias culturales y
aborto:
análisis de su promoción
en los MMCC
Por Juan Carlos Monedero
(h)[1]
La defensa de la verdad, la familia,
la patria y la Iglesia
impone que volvamos a hablar de este tema: si cien veces se habla a favor del
aborto –como efectivamente ocurre–, nosotros tenemos que hablar otras tantas en
contra. El caso de la psicóloga santafesina de Grávida lo ha puesto nuevamente en la nariz de la sociedad: una
niña de 11 años quedó embarazada luego de una violación. Tanto ella como su
madre, dos mujeres sencillas, recibieron de grupos abortistas la información de que podía someterse a una
“interrupción” del embarazo, sin explicar
adecuadamente las consecuencias. Sin embargo, luego de conversar con la
psicóloga, ambas se negaron rotundamente a la práctica dado que desconocían que
esta intervención acabaría con la vida del hijo[2].
Hablar sobre este tema no
significa repetir una consigna solamente, por buena que fuese, sino argumentar, persuadir, desenmascarar las
falsedades y falacias. Porque la batalla en torno a la promoción del aborto
en los medios de comunicación es, sin lugar a dudas, una batalla retórica: su
núcleo es la palabra; su objetivo es convencer al que está escuchando, al que
está leyendo, de que el aborto es un derecho
o, al menos, una opción posible.
Por lo tanto, lo realmente
importante, lo que hace que una persona no practique el aborto –y que además
tenga la convicción necesaria para ser voz, justamente, de esta verdad– es que
esté persuadida interiormente y con razones sólidas del carácter absolutamente
criminal de esta práctica.
Qué sabemos
científicamente
“Queremos
un Estado Científico en materia de
políticas de aborto” vociferan los integrantes de ciertas agrupaciones
abortistas.
¿Qué dice la ciencia respecto de la
biología humana? El “fruto” de la concepción, o “el producto” de la misma –como
algunos lo llaman, pretendiendo despersonalizar al niño por nacer– ¿es un ser vivo?
Sí, por supuesto, tiene todas las características –aquellas con las que todos
denominamos a los seres vivos–, esto es, nace,
crece, se reproduce y muere. ¿Es un ser humano? Sí, porque aunque
irresponsablemente se diga que tiene “vida
pero no vida humana" es un ser humano, es innegable, no puede ser
cualquier cosa. De la fecundación de un óvulo y un espermatozoide
no puede resultar ni una paloma ni un elefante. El nuevo ser es tan humano como
sus padres, y además es único e irrepetible.
Ahora pensemos en los argumentos, en
las palabras, en las expresiones que se dicen al respecto. Desde las páginas de
Telesur[3], por ejemplo, se dice que
el aborto estaría bien, que sería “un derecho” a partir de las doce semanas, es
decir, tres meses. Entre esos datos concretos, que la ciencia biológica y la
medicina nos proporciona, cabe también señalar todo lo relativo al crecimiento
del niño en el vientre materno. ¿Por qué? Porque muchos proyectos que están a
favor del aborto –casi siempre titulados eufemísticamente como interrupción voluntaria del embarazo;
incluso ahora le ponen una sigla (I. V. E.)– hablan de aborto hasta
las doce semanas (tres meses). Ahora bien, ¿sabemos qué se forma antes
de las doce semanas? Saberlo, ¿nos puede dar una pauta de lo que se está
destruyendo con el aborto antes de las doce semanas?
Diez semanas después de la
concepción, todos los órganos del niño ya están formados y ya están
funcionando: a partir de este tiempo, no surge algo nuevo. Los órganos que ya
existen aumentan de tamaño y se perfeccionan hasta alcanzar después la pubertad
del pleno desarrollo. El sistema nervioso es uno de los primeros en formarse. A
través de un electroencefalograma, se puede detectar las variaciones eléctricas
seis semanas después de la concepción. Hay científicos que piensan incluso que
se podría detectar antes, sólo sería
cuestión de poseer medios más poderosos que puedan mostrar lo que sucede
realmente. ¿Cómo podemos estar seguros, entonces, de no estar destruyendo
una persona si –dados los medios propios de la ciencia– no conocemos en
detalle todo lo que sucede antes de ese límite establecido en 12 semanas?
Incluso aquello que ya conocemos, que los científicos ya han establecido,
indica inequívocamente que estamos hablando de un ser vivo. Con esta
información delante de los ojos, que los abortistas reclamen en los medios de
comunicación por un “Estado Científico” tiene tanto sentido como que los
delincuentes pidan mayores penas para los delitos.
El aborto como un falso
dilema
Entonces, tenemos que partir de
algunos datos duros, incontrovertibles, que nos indiquen el camino y la
solución correcta a estos pseudo dilemas
que se nos plantean desde los programas de televisión, las consignas políticas,
los artículos periodísticos, etc. Y decimos pseudo
dilemas, porque en el fondo no hay ningún dilema, ya que la vida de un
inocente –en este caso, un niño por nacer–, bajo ningún aspecto, bajo ningún
argumento puede eliminarse de manera lícita. De manera que no hay un dilema: hay un pseudo
dilema instalado a través de la constante promoción del absurdo y de la
repetición hasta la náusea de casos
testigos, como el de esas chicas que tienen 11 o 12 años que quedaron
embarazadas. Y la gente todavía se pregunta ¿qué
hacemos?, como si destruir a un inocente fuese una posibilidad. Entonces
hay que dejar algunas cosas en claro.
La falacia del aborto “en
casos de violación”
Cuando una mujer cercana a nuestro
entorno familiar –por ejemplo, una cuñada– queda embarazada, la noticia circula
entre los seres queridos en una atmósfera de calidez y alegría. Nos abrazamos,
nos saludamos, nos felicitamos y nos deseamos lo mejor: una nueva persona ha
venido al mundo y la esperamos con ansiedad.
Claro está: cuando el niño ha sido
concebido fuera de ese ambiente de amor (un niño no deseado, como los correos electrónicos) ya no es un niño, ya no
es persona, ya es una amenaza evidentemente.
La mujer violada –sólo un porcentaje
absolutamente mínimo de mujeres violadas queda embarazada– no lo eligió, es
cierto, y eso la ley lo castiga: castiga al violador (o debería hacerlo, si no
hubiesen jueces cortados por la tijera de Zaffaroni), como podemos ver en
nuestro Código Penal (art. 118 y ss.). Ahora bien, el niño por nacer tampoco
eligió que lo maten.
Nosotros no podemos cambiar el
pasado, no podemos evitar el ataque del violador ni podemos evitar que esa
mujer haya quedado embarazada. No podemos cambiar el pasado, sólo podemos
actuar en el presente en vistas al futuro. Por lo tanto, no hacemos nada
positivo, no evitamos el trauma de la violación si ejecutamos la práctica del
aborto; sino que agregamos, a la
injusticia de la violación, otra injusticia más que es la injusticia del aborto.
Pero con una diferencia: si es grande la diferencia entre la mujer y su
agresor, ¿cómo juzgar la situación de inferioridad –realmente descomunal– entre
la madre y su hijo no nacido? Su hijo
depende de ella para vivir, mientras que la mujer atacada por el violador
no. Si es injusta la violación, como lo es; si es injustísima a causa de la
desigualdad entre la fuerza de un hombre respecto de la mujer, se puede decir
que el aborto es aún peor que la violación, dada la
absoluta desigualdad entre la madre y su hijo por nacer.
La violación es una injusticia que
la mujer recibe, el aborto es una injusticia que la mujer comete.
Habría que empezar a pensar
realmente toda la trama existente detrás de estos actos aberrantes de
violación; empezar a cuestionar esta trama. Existe, por ejemplo, un grupo de
música que se llama Violadores, con
letras que el lector mismo podrá comprobar[4]; asimismo, las personas
que cometen estos delitos consumen pornografía, industria completamente
legalizada en la Argentina ,
y muchos psicólogos piensan que existe una vinculación directa. En una palabra,
hay que empezar a cuestionar a la sociedad que –de una forma u otra– fomenta a
los violadores, o que da alimento, al menos, a sus perversiones. Simone de Beauvoir, la amante de Jean Paul Sartre,
decía: "La pornografía es la teoría, la violación la práctica". Lo
grave es que, como diría el padre Leonardo Castellani, se ataca las
consecuencias al mismo tiempo que se levanta monumentos a los principios que
dieron origen a esas consecuencias. Repudiamos la violación,
pero la pornografía está legalizada. Repudiamos la violación,
pero Simone de Beauvoir tiene su pseudo altar cultural. Repudiamos la
violación, pero la ley protege el 'derecho' a la libertad de expresión
en materia gráfica. Y así nos va.
La clandestinidad del
aborto: refutación
Se le reclama al
Estado la legalización o, al menos, la despenalización del aborto, porque “las
mujeres abortan igual, aunque sea ilegal, y mueren; ocurren 500.000 abortos
clandestinos por año en la
Argentina ”. Lo único que falta es que los estafadores reclamen
la legalización de la estafa porque las
personas estafan aunque la ley lo castigue. Evidentemente, que algo suceda
“mucho” no puede tomarse como medida para considerarlo normal o bueno. Esto es
obvio, pero justamente la propaganda abortista tiene su centro en la
problematización de lo obvio. Es una de sus estrategia.
Como han señalado
muchas personas que hace años militan contra estas mentiras, debe decirse también
que las supuestas fuentes que acreditarían estas cifras son muy cuestionables.
En el año 2013[5], por
ejemplo, murieron 156.688 mujeres y sólo el 0,03% de ellas en casos vinculados
al aborto clandestino: 0,03% no arroja otro que el magro número de 50 mujeres.
Si realmente les importase la mujer, se abocarían a la desnutrición, flagelo
que se llevó en ese año a 964 personas (419 varones y 543 mujeres). ¿Cuántas
veces entra 50 en 543? Casi 11 veces. Es decir, la desnutrición se lleva 11
veces más vidas. La inmensa mayoría de las mujeres que mueren por deficiencias
nutricionales son pobres. En el mismo año, siguiendo los datos del Ministerio
de Salud, se suicidaron 606 mujeres.
“¡Defendemos a la mujer!” gritan los abortistas. No defienden
a la mujer, defienden el pseudo derecho al aborto, no nos engañemos. Si no,
algo harían contra la desnutrición, el suicidio y la pobreza. ¿O esas muertes valen
sólo si se pueden instrumentalizar para la causa abortista?
Oportuno es
recordar, en este apartado, que el famoso y otrora Rey del Aborto –Bernard Nathanson– reconoció que en Estados Unidos
los grupos abortistas habían inflado las cifras de aborto clandestino, para así
lograr un efecto:
Personalmente,
soy responsable de 75,000 abortos. Este hecho legitima mis credenciales para
hablaros con alguna autoridad sobre este tema. Yo fui uno de los fundadores de la National Association
for the Repeal of the Abortion Laws en los Estados Unidos en 1968.
Una
encuesta de opiniones verdadera hubiera descubierto que la mayoría de los
americanos estaba en contra del aborto legal. Sin embargo, en cinco años
convencimos a la Corte
Suprema de los Estados Unidos de decretar la decisión que
legalizó el aborto en todos los Estados Unidos en 1973 y produjo en la práctica
el aborto legal hasta el nacimiento. ¿Cómo logramos esto? Es importante
entender las tácticas manejadas, porque estas tácticas se vienen utilizando a
través del mundo occidental, de una manera o de otra, con la intención de
cambiar la ley del aborto.
Persuadimos
a los medios de comunicación de que la causa a favor del aborto legal era una
causa ilustrada liberal y sofisticada. Sabiendo que si se hubiese llevado a
cabo una verdadera encuesta de opiniones, hubiésemos sido profundamente
derrotados, simplemente fabricamos los resultados de encuestas falsas.
Anunciamos a los medios de comunicación que habíamos realizado encuestas y que
el 60% de los americanos estaba a favor del aborto legal. Esta es la táctica de
la mentira que busca sus propios fines. Hay poca gente que le guste estar con
la minoría.
Despertamos
suficiente simpatía para vender nuestro programa del aborto legal, inventando el
número de abortos ilegales que se hacían anualmente en los Estados Unidos. El
número real se acercaba a los 100.000, pero el número que dimos a los medios de
comunicación repetidamente fue de 1 millón. Repitiendo la gran mentira un
número de veces suficiente, se convence al público. El número de mujeres que
morían por abortos ilegales era entre 200 y 250 al año. La cifra que
constantemente suministrábamos a los medios de comunicación era 10.000. Estas
cifras falsas se arraigaron en las conciencias de los americanos de Estados
Unidos…[6].
En suma, la
propaganda no resiste el análisis de los datos puros –lo hemos visto–, no
resiste el análisis ideológico (los criterios) y no cuenta ni siquiera con el
beneficio de la honestidad intelectual de sus promotores.
El problema del tiempo:
absurdos implicados en la posición pro abortista
Se dice corrientemente que el aborto
es un derecho hasta las 12 semanas, pero la dura verdad es que no existe ningún
cambio sustancial entre el día 89 y el día 90.
Si el aborto es legítimo “hasta los
tres meses”, estaríamos diciendo que a las 23 horas y 59 minutos del día 89
podríamos comenzar a practicarlo. Ahora, si el aborto dura más de un minuto,
entonces tendríamos que suspender la práctica porque… ¿Por qué? ¿Por qué ya hay
persona? ¿Un minuto antes no?
Como se aprecia, esto es absurdo,
irracional y criminal: evidentemente la práctica del aborto dura más de 60
segundos. Es fácil advertir el desquicio al que lleva esta mentalidad que los
abortistas pretenden imponer en los medios de comunicación, la perversidad y
locura de este procedimiento. No es menor apuntar –en esta glosa de
arbitrariedades– que para un médico que atiende a una mujer embarazada es
imposible ‘saber’ con exactitud el tiempo transcurrido desde la concepción.
Sólo los progenitores lo pueden tener claro, los médicos ofrecen cantidades
aproximadas. Pero poco importan estos “purismos” a los abortistas, enceguecidos
por la búsqueda de la plena autodeterminación
reproductiva.
“Que la Iglesia Católica
no se meta”.
Hay otra muletilla a la que también
hay que dedicarle un tiempo; la “intromisión” de la Iglesia , el Estado y la
ley, “acusados” de imponer una determinada mentalidad al juzgar el aborto como una
acción reprochable. En efecto, la doctrina católica enseña que el aborto
provocado es un pecado mortal contra el Quinto Mandamiento, mientras que la ley
señala –ver art. 86 del Código Penal– que el aborto es un delito.
Acá hay que explicar muchas cosas,
porque de lo contrario vamos a ser confundidos y no nos podemos dar ese lujo. Que la Iglesia no se meta, ¿pero
ellas sí se pueden meter?
Si la Iglesia Católica
enseñó durante siglos la perversidad del aborto –como efectivamente lo hizo– y
ahora cambia su doctrina, entonces ya no sería una institución divina sino un
mero emprendimiento humano, voluble y acomodaticio.
“Que el Estado no imponga
una determinada mentalidad sobre el aborto”
Respecto del Estado, lo que en
primer lugar hay que aclarar es que siempre emite un mensaje. Es decir,
cuando el Estado condena algunas prácticas como el robo, el asesinato, la
estafa, la violación, el aborto, emite un mensaje: lo que está diciendo es
“esas prácticas son malas y serán castigadas las personas que las cometan”. E
inversamente las prácticas contrarias son buenas, son el sostén de la sociedad.
De manera tal que el asunto de fondo no es si
el Estado emite un mensaje o no lo emite. No, el Estado siempre lo
emite; en los países donde el aborto está legalizado, el Estado emite el
mensaje de que el aborto es un derecho –aunque no lo sea–, asumiendo este
contenido.
Entonces, el tema no es si el Estado
emite un mensaje con sus leyes. El tema es si el mensaje que emiten es correcto
o es incorrecto, es justo o es injusto.
Si los abortistas realmente
estuviesen en contra –como dicen estar– de que el Estado emitiera un mensaje,
entonces deberían predicar la abolición de todas las leyes. En los países donde
el aborto es legal, ¿Usted cree que los abortistas dicen “el Estado no tiene que emitir un mensaje”? No, porque ahí el
Estado emite el mensaje que ellos quieren.
Este doble manifiesta con claridad
que no creen en nada, ni en los mismos argumentos que invocan. No se trata de
un conjunto de ideas “a discutir”, se trata de un programa sistemático de
objetivos cuyos propagandistas no tienen ningún escrúpulo en apelar argumentos
falsos e incluso contradictorios. Ellos pueden invocar a cualquier cosa, nada
los detiene, lo único que quieren es que se legalice el aborto: no les importa
servirse de mentiras o verdades. Esto nos dice algo sobre la calidad moral de
las personas que militan por esta causa.
La falsa misericordia
abortista
Una batería de argumentos en torno
al aborto gira sobre el asunto del feto
defectuoso, la anencefalia, el aborto
terapéutico, el aborto como práctica
sanitaria, si está en peligro la vida de la madre, si el niño evidentemente
es parte de la mujer, etc.
Jorge Selser, por ejemplo, médico y
miembro del Partido Socialista sostuvo –en un debate público con la Lic. Mónica del Río[7]– que “Si fuera (el
embrión) un ser independiente no necesitaría vivir durante nueve meses en el
útero de la madre, la verdad que no es independiente…”. Entonces, concluye el
sofista, dado que no puede vivir fuera del cuerpo de la mujer, la mujer tendría
derecho sobre él. Son muchas las
cosas que hay para decir. En primer lugar, algo palmario. Si es verdad que el feto no puede vivir fuera del cuerpo de la mujer, es porque vive
dentro: entonces tiene vida, no es un mero “conjunto de células” ni un simple “tejido
embrionario”. Si la mujer que lleva a ese feto
es madre, entonces hay un hijo. Es increíble cómo las palabras traicionan a
los abortistas: si hay madre evidentemente hay hijo, y si hay hijo es una
persona. No todas las mujeres son madres, pero son madre cuando tienen un hijo. Es
así de simple: cuando se habla de madre –o de mortandad materna–, no olvidemos que los mismos vocablos terminan
siendo piedra de tropiezo para los apologistas del infanticidio. En segundo
lugar, hay que decir que la expresión aborto terapéutico –difundida por “Colectiva Por el Derecho a Decidir”[8], entre otras entidades– es engañosa, dado que la terapia
procura curar las enfermedades (y el niño por nacer no es un virus, estar
embarazada no es un virus). Por último, llamar práctica sanitaria[9] al aborto es también un
ariete de esta guerra de las palabras: el aborto provocado no tiene nada que
ver con la salud.
Redondeando
Si leer estas barbaridades te
indigna, es un buen signo. Pero con la indignación no basta, hay que pasar a la
acción. Frente a la acción psicológica de la propaganda abortista, oponerle la
palabra veraz es un deber. Eso es exactamente lo que debemos hacer. No
basta quejarse y seguir como si nada. Se impone la obligación de hablar, de
difundir lo bueno. Todos los días escuchamos los silbidos de estas balas. No se
puede, no es honesto, mirar para otro lado. Tenemos todo lo necesario para
librar el buen combate: la ciencia de nuestro lado, las argumentaciones
correctas, la identificación de las causas pero, sobre todo, tenemos a Dios
Nuestro Señor. Sin miedo a nada, y con el único temor de no combatir más, libremos
decididamente esta batalla cultural: esta auténtica guerra semántica, cuyo territorio son los significados,
los conceptos. La mente de las personas.
[1]
Agradecemos la colaboración prestada por María Silvia Reale, Ivana Cejas y
Julieta Gabriela Lardies (Red Federal de Familias–Misiones) para la confección
de este artículo.
[2] Los
detalles del caso, transcriptos por nosotros, se pueden leer aquí:
http://www.notivida.org/boletines/1043_.html
[3] http://www.telesurtv.net/telesuragenda/El-aborto-como-derecho-20160810-0052.html
[4] Si no
nos creen, linkeen: https://www.youtube.com/watch?v=oia0YA4uCNs. Fragmentos de
las letras: “Todo esta bien si
pierdes tu cabeza/Todo esta bien si lo logras hacer/Pero no pienses que todo el
mundo/Te va a comprender”. Otra: “Éxtasis, lujuria y placer/Llevo
marcadas en mi piel/Éxtasis, lujuria y placer...”. Otra: “Mejor
seria estar mas allá del bien/mas allá del mal, mas allá...”. Otra: “En el
infierno yo tengo un lugar/En el infierno prefiero estar/Ya ves, el infierno no
puede esperar”. Y sigue “Nunca fui parte de esta estupidez/Y del rebaño lejos
estaré/No me importa la redención/ni tampoco mi crucifixión/Por más que me
quieran cambiar/eso nunca lo van a lograr”. La penúltima: “Ella tiene 15 años y
va al colegio anti-punk/ella es todo mi amor/pero no puedo/Su religión no se lo
permite/¿Qué hago, qué hago, quién soy?/¿Dónde lo haremos, dónde estoy?/Voy a
tener que matar a su mamá”. Finalmente, “Nosotros somos un
grito: ¡Violadores! ¡Violadores! ¡Violadores! ¡Violadores de ley! ¡de la ley!”.
[5]
Información recabada por el boletín Notivida,
a cargo de la Lic.
Mónica del Río. Cfr. el boletín N° 958, del 30.12.2014.
[6]
http://www.perudefiendelavida.com/?page_id=275
[7]
https://www.youtube.com/watch?v=Hp0YdWSclxo
[8] http://www.colectiva-cr.com/node/96
[9] Es un
término que aparece numerosas veces en el conocido y discutido fallo de la Corte Suprema , del 13 de marzo
del año 2012. Cfr. http://centrodebioetica.org/2012/03/f-a-l-smedida-autosatisfactiva-abortos-no-punibles/
Repugnancia me da la osadia de estas mujeres de acusar a la Iglesia de desaparecer gente cuando ellas son las que quieren hacer y hacen desaparecer niños y niñas por nacer.
ResponderEliminarBien dicho!
EliminarExcelente artículo. Para argumentar. Muchas Gracias!
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