ASÍ EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA
Narración de Federico Bär (Dick)
En
el Salón de Juegos, toda la atención está centrada en las filas de casilleros
claros y oscuros que integran un tablero hecho de madera, con bordes anchos.
Sobre él se encuentran dispuestas sobre un lado, ocho figuras blancas de nácar
irisado con incrustaciones de piedras. Del lado opuesto, hay igual número de
objetos de formas idénticas, pero de mármol negro y sin adornos. Las piezas que
intervendrán en este Juego son, una por una, obras artesanales esculpidas en
materiales nobles.
Detrás
de una fila de Peones Blancos, el Rey y su Dama conversan con los Alfiles
mientras, bajo la mirada vigilante de las Torres, los Caballos esperan
impacientemente ser montados. Cristián Rodaerc comprueba que todo está en
orden, y levanta la vista. El conductor de las piezas negras, Narciso
Otsircitna, confirma con un movimiento de cabeza que está preparado. Rodaerc
avanza su Peón Rey.
En la clínica, la mira de todos está en la
sala de partos. Se abre la puerta y se oye el grito triunfal con el que un bebé
anuncia su llegada.
Las
respuestas de Otsircitna a las cuatro jugadas siguientes reflejan estrategias
similares; no hay innovaciones. Los grandes espejos que rodean la sala,
acentúan la simetría de las posiciones.
Abre los ojos, pero aún no puede ver el
espejo frente a su cuna. Más tarde, aprende a gatear, a caminar, a jugar. Lo
llevan a la guardería; crece, a los seis años va a la escuela.
En
la octava movida, el Caballo Rey Negro da un brinco, como sólo pueden hacerlo
los potros. Las blancas quedan en una situación comprometida.
La víspera de su octavo cumpleaños pasea
en un caballo muy manso que, sin embargo, inexplicablemente se desboca. Antes
de caer, el niño tiene una nítida imagen del desenfrenado galope.
Rodaerc
responde al imprevisto movimiento con una orden inesperada, audaz. Un Alfil
Blanco, débilmente protegido por la
Dama , aprovecha su veloz desplazamiento por toda la diagonal
para obligar a un corcel Negro a entregarse.
Al quedar un pie enganchado en el estribo
por un instante, el golpe es providencialmente amortiguado. Con sólo algunas
lastimaduras, el pequeño jinete se levanta y anda.
Los
dos ejércitos sobre el tablero reagrupan sus huestes, reina la tranquilidad de
una tregua. Pero luego de una sucesión de varias jugadas sin violencia,
Otsircitna despliega sus fuerzas y dirige una ofensiva por el flanco izquierdo.
El Rey se pone blanco.
La vida
del niño transcurre sin sobresaltos. La escuela y los deportes reclaman su
atención. Una noche, al regresar a su casa, cruza una avenida cuando un
vehículo sin luces se acerca a gran velocidad.
El
auditorio contiene la respiración: esa amenaza al Rey Blanco puede significar
el fin del duelo.
El conductor frena tarde, y el niño es
atropellado. Su cabeza golpea contra un espejo retrovisor exterior.
Rodaerc
apela a todos sus recursos, y cuando el tiempo reglamentario está a punto de
expirar, revierte la situación. Sus Torres encierran a la Dama , la Negra más
poderosa y a la vez la más vulnerable, de las piezas adversarias.
En el sanatorio, la recuperación es lenta.
En el espejo que está colgado frente a su cama, el niño se ve a sí mismo, observando
el tablero y los jugadores en el Salón de Juegos. Con un gran esfuerzo, se
despierta del sueño casi eterno.
Visiblemente
aliviado, Rodaerc se reclina en el sillón y enciende una pipa. Sabe que de
ahora en adelante no habrá peligro.
En
la actualidad, la partida se está desarrollando sin sobresaltos. A juicio de
los analistas, la posición es favorable a Cristián Rodaerc, Creador de este, el
más Humano de todos los Juegos.
* * *
(Publicado
en el Primer Anuario de Cuentos de la Editorial Argenta Sarlep S.A., Buenos
Aires, en mayo de 1987)
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